La Cenicienta y la coyuntura política ecuatoriana





La Cenicienta y la coyuntura política ecuatoriana

Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto: El Comercio.

Érase una vez en el Reino de Absurdistán que la Cenicienta buscaba a alguien, que, para los fines prácticos, sea su marido. En este Reino de Muy Muy Cercano la malvada madrasta vive amargada en el ático de un castillo de pensamiento medieval, y sus dos hijas Drizella Lasso y Natasha Monge, cumplen el papel de ser chimbadoras, de voz fea e intragables para cualquiera lacayo.
Ante, esto, la cenicienta espera la fiesta de debutante, donde el príncipe azul del populacho, como siempre le arreglan el matrimonio las élites, deberá elegir a quien será la princesa. “Al menos, podré elegir”, pensará este pobre e ingenuo mocetón. Por esa razón, la cenicienta se cubre de tizne el rostro y limpia humildemente toda la casa de la madrastra donde se aplica el buen vivir y se come arroz verde en el desayuno, almuerzo y merienda. No le importa que ahora le digan feminista, animalista, defensor de los trabajadores y jubilados, todo vale para ir a la fiesta. Favorécele las encuestas y la varita cuántica de la Hada Madrina que le ha entregado el frente económico y el poder judicial para que luzca las zapatillas de cristal del poder. Por eso, transformará a una calabaza y un grupo de ratones en su escolta y carruaje.
No obstante, la Cenicienta le apuesta todo su glamur a estas alianzas y apoyos y al modelo de propaganda neofascista que dejó como herencia la madrasta verde flex. ¿Qué hará el día siguiente cuando luego de la última campanada del reloj a la media noche sean visibles sus harapos?, ¿podrá el príncipe electoral amanecer cada día durante 4 años viendo la pobreza de la clase política del Reino?
Tal vez, la malvada madrasta deba regresar para poner orden en este cuento y con el apoyo del Rasputín moderno se transforme, al menos, en la madrasta de la Bella Durmiente para que el príncipe electoral caiga otra vez en sus embrujos, pero esto significaría traer a los 40 ladrones de Alí Babá, a los 7 enanos (al menos, a uno) y al Príncipe Odebrecht de regreso al poder. Bueno, éste último ya regresó, pero eso es parte de otro cuento sin final feliz.
Sin embargo, esto no parece posible, mientras los polvitos mágicos judiciales no le favorezcan. Los demás invitados de la fiesta, son elfos, ninfas, sirenas, cíclopes y trolos sin amor (no los del troll center) y sin posibilidad alguna de ser cortejadas por el príncipe electoral, en un reino donde cualquiera que tenga pulso se cree el “Patrón del Mal”. ¿Será esto suficiente para que corone la Cenicienta?
Por lo pronto, le sería más útil a la doncella seducir a la rama familiar serrana del príncipe electoral y consolidar a los ascendientes monitos (léase señores y señoras del litoral, aunque cueste un poco más), y por sobre todas las cosas, presentar un proyecto de consenso social antes de que aparezca un lobo outsider que se le coma hasta a la abuelita del piloto del helicóptero turístico de la Policía Nacional. Este sería un final que ni a los hermanos Grimm ni a Disney se le ocurriera.

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