El Guasón: orden psiquiátrico y lucha de clases






El Guasón: orden psiquiátrico y lucha de clases

Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto por: www.infobae.com



“La peor parte de tener una enfermedad mental es que la gente espera que te comportes como si no la tuvieras.” Arthur Fleck en la famosa película de estos días, el Guasón, escribe en su diario mientras cada vez le es más difícil controlar su risa involuntaria provocada por un desorden psiquiátrico. Esto ocurre porque, repentinamente, le suspenden la ayuda social que le permitía abastecerse de un medicamento para mitigar los efectos de esta condición médica. El mundo vive bajo “un orden psiquiátrico” que se ha profundizado con la tiranía de las ciencias naturales y las tecnologías aplicadas, y la dictadura del mercado.
Foucault ya lo había advertido en su idea de “la sociedad de los apestados” donde se ejerce poder sobre el cuerpo de las personas para controlarlas. No obstante, a partir del siglo XIX con el advenimiento del positivismo científico, se perfecciona este modelo social dual normalidad/anormalidad que empató en el carácter binario de las sociedades occidentales modernas. La civilización moderna se levanta sobre un orden psiquiátrico, donde unos deciden quiénes están enfermos y quiénes están sanos, y donde todos tenemos, en mayor o en menor medida, una enfermedad mental. Reírse mucho o poco, o no reírse, llorar o dejar de hacerlo, dormir mucho o poco, parpadear o dejar de hacerlo, moverse mucho o poco, consumir drogas, sentir celos excesivos, realizar ideaciones y delirar: todo puede ser una enfermedad mental si leemos el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Simbólicamente, esa dualidad entre enfermos y sanos fundamenta a las sociedades modernas. A nivel político, la sanidad está dada por la democracia liberal y el institucionalismo, y la enfermedad por la movilización social y la experiencia social de la exclusión. Así quien pone en riesgo ese orden está simplemente enfermo y hay que curarlo. El uso del poder punitivo y la cárcel enfocados en los delitos de baja cuantía contra la propiedad es un ejemplo de esto. No sólo funcionan como un mecanismo de control para mantener a los pobres lejos de los ricos, sino, además, para sanearlos y curar su enfermedad social. En un ámbito menos material, ocurre con los que tienen una visión radical del sistema: no le dan espacio en los medios ni en los centros de reproducción del poder, son presentados como unos bichos raros y la medicina que se les aplica es imponerles el derecho de admisión en todos los ámbitos.
Este orden psiquiátrico se vuelve hegemónico cuando cae el Muro de Berlín y el iluminado alquimista de la ciencia política contemporánea, Francis Fukuyama, postula “el fin de la historia”. Él utiliza la metáfora de Hegel cuando celebró el paso de Napoleón por Jena en 1806 en el que creyó ver la llegada de la racionalidad. Por esto, después del colapso de la Unión Soviética, sería el mercado global y no ninguna ideología la que gobernaría el mundo entero.
Por esta razón, desde el Consenso de Washington en adelante, todas las políticas imperiales están dirigidas hacia eliminar el contenido ideológico de la administración del Estado y de las reformas institucionales. Un enorme ejército de tecnócratas, tecnología de punta, técnicas de medición y estadísticas, y modelos de gestión instauraron una dictadura en América Latina. Fijaron, al mismo tiempo, en el sistema educativo carreras técnicas y liberales en detrimento de las ciencias sociales y de pensamiento filosófico, con lo cual se encargaron de desideologizar al poder y a la sociedad. Aquello supuso erosionar a los partidos políticos, sindicatos, corporaciones y organizaciones sociales, y centrar la interlocución entre el poder y las organizaciones no gubernamentales, cámaras de comercio y grupos de interés, todos formados desde 1990 en los vapores del marco lógico del Banco Mundial y las supercherías asistenciales de USAID.
Este orden de sanidad, no obstante, no cura la enfermedad, sólo la contiene, engañándola con placebos como los ajustes estructurales que convencen a miles de obreros en el Mundo a sacrificarse con bajos ingresos hoy para beneficiarse del desarrollo mañana, con desarrollismos populistas que degeneraron en corrupción y culto a la personalidad; y, mediante profetas, anacoretas y vendedores de humo que engañan desde su depravación hedonista.
Justo en este punto, el Guasón en su entrevista televisada al final de la película devela el misterio antes de llenar de plomo a Murray Franklin, el amarillista conductor representado por Robert De Niro: “¿Qué obtienes cuando cruzas un solitario mentalmente enfermo con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura?” El caos. Un orden que nos recuerda que todos somos enfermos y basura que no pude ser combatido, sino desde esa condición. Si tener ideología es estar enfermos en ese orden, no existen canales para la resistir ni para darle forma a la lucha social ni de clases. Esto va más allá de la idea de Trotsky de la revolución espontánea o de por Michael Moore sobre las masas enormes de pobres y que no reciben asistencia social, identificadas como los destinatarios del mensaje del Guasón.
Unas clases subalternas sin dirección política pueden degenerar en los payasos dementes que revindicaban un movimiento para matar a los ricos por el simple placer de matar. Es el nihilismo extremo y oscuro al que se refiere Slavoj Zizek y que representa el Guasón, el que desencadena en autodestrucción y en violencia sin sentido.
Pero la violencia es correspondida por una clase política desesperada y desorientada ante el súbito descontento de los ciudadanos de todo el mundo que pone en peligro los privilegios que son la causa de su marginalidad, abandono y falta de alternativas. Así, mientras, tradicionalmente, las élites no necesitaban justificar su violencia, y los pobres debían disfrazar su hambre de ideología; ahora, son los ricos quienes adornan su violencia con ideología neoliberal y garrote; los marginados sólo marchan en desventaja para exigir cambios radicales con las cicatrices del látigo del opresor y su propia humanidad como carne de cañón.

Esta ruptura del orden psiquiátrico es el origen de las futuras guerras. Tenemos la evidencia en los adolescentes estadounidenses que ametrallan a sus compañeros y luego se vuelan la tapa de los sesos, en el grupo Estado islámico que degolla periodistas frente a las cámaras, y en los inusitados estallidos sociales que comienzan a globalizarse como una llamarada por todo el mundo. Tenemos a un actor puertorriqueño, Joaquín Phoenix, interpretando a un personaje por el cual, tal vez no reciba un Óscar por su abierta apología a la violencia extrema contra los ricos, y a un Guasón homicida que se pinta el pelo de verde, se maquilla, sonríe y baila con su chaqueta anaranjada y chaleco mostaza en las escaleras de Shakespeare y Anderson en West 167th Street en el Bronx.


Comentarios

  1. Excelente Luis Ávila. Me encantó el artículo.

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  2. El artículista no deja en claro cuando Fleck se enfrenta en el metro a tres jóvenes que acosaban a una mujer. Este hecho no se convierte en algo aislado: en Ciudad Gótica se viven días complicados, con marchas masivas en contra de los ajustes que el gobierno pretende aplicar sobre los más pobres. Sucede que después nos enteramos de que Fleck no ejecutó a cualquiera… las tres víctimas eran empleados de Wayne Enterprises, propiedad de Thomas Wayne y uno de los principales impulsores de las políticas de recortes. Esta casualidad no es menor: los manifestantes toman el disfraz de payaso como símbolo de la protesta y a Fleck como su nuevo héroe. Esto lo hemos visto cuando Anonymous se apoderó de la máscara de V de Vendetta (V for Vendetta, James McTeigue, 2006) o, más recientemente, cuando se popularizaron las máscaras de Salvador Dalí en manifestaciones de corte anticapitalista, en referencia a las usadas en La Casa de Papel (Alex Pina, 2017 ). Son detalles que no se pueden omitir.

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    1. Muy buen comentario. Creo que lo que dices se incluye en esta idea del vacío ideológico que deja desnuda la lucha de clases. Cuando se rompe el orden psiquiátrico, aflora una resistencia que sólo busca desembarazarse del yugo para luego buscar consciencia de la dirección política necesaria. Lo de Fleck en el metro es justamente eso: hacer justicia matando a los ricos que abusan del poder. Las élites, por otro lado, no han necesitado justificar su violencia, ahora tampoco los pobres cuando asumen el control de su condición de enfermos sociales...

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  3. Lo de la mentada lucha de clases no se hasta que punto es un argumento actual por qué más bien hay un afán de llegar a ser de escalar antes que de bajar por bajar al de arriba eso solo les he escuchado a socialistas de línea férrea por decirlo menos , es muy bien sabido que la masa es fácilmente manipulable y está también puede simplemente cambiar de rumbo a un sin rumbo en el camino y tirar su recentimiento o frustración hacia todo lo que les rodea ya vimos aquí la destrucción de propiedad privada o más aún caso chileno la destrucción de un bien público como el metro que les sirve de manera más eficaz a los que menos tienen .
    Ahora el Joker es un antihéroe , un personaje singular y hasta un poco genial que señala que todo puede ser un maldito chiste y por qué no reír de aquello ,es un personaje a qué se sale del construccto social y se ríe hasta de su suerte .

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  4. Genial. Yo también creo que joker es un anti héroe. De hecho, supera al tradicional personaje resentido social. Éste es un tipo que se sacude con dignidad se su condición para usarla políticamente. Ahora, la lucha de clases es una realidad que mueve la historia y los cambios. Lo que sucede hoy es que no encuentra dirección política, pues el neoliberalismo le quitó el sustrato ideológico. El problema es que, al quitarle eso, deja desnudo el simple deseo de anular a los ricos en medio del caos.

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    1. De lo que se ha visto los últimos 20 años que sin darnos cuenta el mundo ha cambiado más de lo que creíamos ya estamos en el mundo casi distopico, y lo que he visto es una bifurcación en el mundo de los verdaderos ultraricos de verdad por un lado está la tradicional , y por otro gente disruptiva que ha generado la revolución actual gente como e Jeff Besos , Bill Gates , Elon Musk, el difunto Jobs , Jack Ma , e incluso si es que existe el seudónimo y misterioso Satoshi Nakamoto , Zukerberg, que desbancaron disruptiva mente a los ricos de antes no creo que su afán primario fue ser lo que son monetariamente creo que tuvieron otras motivaciones aparte del business puro y duro .
      Ahora the jocker nos hace caer en cuenta que toda la realidad puede ser una maldita comedia tragicomica , y que la risa y la perdida del miedo son un arma poderosa o acaso cree usted que nos fastidiaría que alguien a quien creemos hacer daño alguna vez dónde se nos cagara de risa por esa acción nos dejaría desarmados ante nuestros propios actos que lo que querían es causar el efecto contrario , y pensariamos que es un idiota un payaso pero que al fin y al cabo se rió de nosotros y de su misma suerte .

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    2. De acuerdo. Esa metáfora sobre un payaso que no es chistoso y se ríe de nosotros es increíble en la película.

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