La primavera latinoamericana (o de los oprimidos)
La primavera latinoamericana (o de los oprimidos)
Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto por: www.publimetro.cl
El
21 de agosto de 1968, con la entrada de los tanques y tropas soviéticas y
varios países del bloque comunista, se puso fin a las reformas democráticas y
de descentralización del poder que se emprendió, pacíficamente en la mayor parte
del tiempo, en la antigua Checoslovaquia. El pueblo estuvo dirigido por el
primer ministro Dubček y daba así continuidad al proceso de desestalinización
iniciado en los años 50 por Novotný. Las balas y la violencia de la nomenklatura
del Partido Comunista soviético segaron todo acto de desobediencia y de
autodeterminación. Fue, sin embargo, un despertar democrático que luego fue
conocido como “la primavera de Praga”. Su viento renovador fue importante para
la denominada “Revolución de Terciopelo”, movilización pacífica en 1989 que
terminó con el régimen comunista y con la salida de las tropas extranjeras en
1991.
Por añadidura, respecto de varios fenómenos
ciudadanos, en gran medida espontáneos y que buscan la democratización con un
énfasis en el uso de medios no violentos se ha utilizado el término para
describirlos. Así, uno de los más famosos es la llamada “Primavera Árabe” que
terminó con el poder de varias décadas de la familia Mubarak en Egipto y varios
líderes populistas en el poder en los países de la Región, y que habría
comenzado en diciembre de 2010 con el despojo de la mercadería de un vendedor
ambulante en Túnez. La ola democratizadora se levantó como una llamarada en la
mayoría de países árabes provocando la dimisión de varios gobiernos
autoritarios y profundas reformas democráticas sin precedentes. El carácter
oficialmente no ideológico de estos procesos es un eje común, aunque eso no
quiere decir que varios grupos políticos buscaron u otorgaron una cierta
dirección a los cambios y reformas.
No obstante, estos procesos de rebelión social
permitieron, al mismo tiempo, la remoción de gobiernos que no eran del gusto de
las potencias económicas y militares, la intervención política y un nuevo
reparto geopolítico entre las antiguas metrópolis y sus empresas
transnacionales, y la emergencia de nuevos dirigentes locales que, no
necesariamente, rompieron las estructuras coloniales y la exclusión social.
En América Latina, Fidel Castro en América
Latina había descrito los procesos políticos de reforma y transformación bajo
la idea de “la ley del péndulo”. Es decir, en algún momento de la historia los
países de la Región experimentaban regímenes progresistas y en otros
conservadores, sucediéndose continuamente y experimentando progresos y
ganancias sociales. En esto, Fidel no distaba mucho de la dialéctica hegeliana
que está en la base profunda del modelo marxista y de la modernidad, pero su
innovación consistía en que no todo el tiempo esta inercia política era
positiva, también había retrocesos. En esto, se acercaba más a la dialéctica
negativa de Adorno. ¿Pero qué sucede cuando este péndulo no tiene dirección ni
dirigentes?, y ¿qué sucede cuándo los ciudadanos se oponen a todos los
regímenes y modelos? Esto nos lleva la famosa discusión entre Trotsky y V.I.
Lenin. El punto de discusión era la espontaneidad y la dirección política de la
lucha social. Para el uno, algunos procesos siguen cierta inercia social y, para
el otro, no es imposible tener éxito si no hay una dirección política concreta.
Lo uno significaría que los procesos de revolución podrían surgir sin partido
político y habría una especie de “revolución permanente”, mientras que lo otro
supondría, que sin una clase dirigente no sería posible sostener un proceso
político. Bueno, “la primavera de Praga” y la “primavera árabe” parecieran
darles la razón a ambos, puesto que la espontaneidad fue importante para convocar
y aglutinar voluntades, pero la dirección política también lo fue para lograr
deponer al régimen soviético en el mediano plazo. Sin embargo, en lo que sí
tuvo razón Lenin es en el carácter estructural de estos cambios, puesto que en
el caso de Checoslovaquia y de los países árabes lo único que ocurrió fue un
cambio de manos en el contexto de una redefinición de los territorios de
influencia de las potencias centrales. Es decir, “las primaveras” son falsas
revoluciones populares. A pesar de esto, no hay que desconocer el carácter
transformador de estos fenómenos y la dirección que se le puede dar para provocar
cambios estructurales.
Con estos antecedentes, ¿en América Latina nos
enfrentamos a una primavera latina? Todo comenzó de manera espontánea cuando el
gobierno de Lenin Moreno en Ecuador lanzó un “paquetazo” con reformas
impopulares. El dogal de esta reforma fue la eliminación del subsidio a la
gasolina extra y al diésel que se hizo pública la noche del martes 1 de octubre
de 2019 y luego de 12 días de protestas y una represión violenta por parte de
la fuerza pública ocurrió la muerte de 10 manifestantes y más de 1500 heridos. Ahora,
se lleva adelante un proceso de debate que se encuentra estancado entre el
gobierno y dirigentes indígenas. En Haití desde el 15 de septiembre el pueblo
lleva 8 semanas pidiendo la renuncia del presidente Moïse por actos de corrupción
de su gobierno, principalmente, en el contrato de 3.800 millones entre Petrocaribe
y el gobierno de Venezuela. El saldo hasta ahora, es de 42 muertos.
El 6 de octubre, en Chile miles de estudiantes
se manifestaron contra el anuncio de la subida del precio del pasaje del tren metropolitano,
y hasta el momento aún se mantienen exigiendo la renuncia del presidente Piñera,
en medio de más de 50 muertos y miles de heridos, y una propuesta de asamblea
constituyente que comienza a ganar fuerza. Por su parte, en Honduras desde el 15
de octubre se inició una ola de protestas que exigen la renuncia del presidente
Juan Orlando Hernández por su supuesta vinculación al narcotráfico. Hasta el momento
van 13 muertos.
También, en Bolivia la gente está en las
calles debido a la falta de transparencia de las elecciones presidenciales que
permiten la reelección de Evo Morales desde el 20 de octubre y se contabilizan
hasta ahora 2 muertos, y en Venezuela este fenómeno se ha vuelto permanente
contra el gobierno de Maduro desde hace, al menos, dos años provocando más de
200 muertos. En menor medida, hay protestas y reclamos en Uruguay por un proyecto
de ley para combatir la inseguridad y en Panamá miles reclaman en las afueras
del parlamento desde el 1 de noviembre por las reformas constitucionales que se
están haciendo de espaldas al pueblo. En Perú, en menor medida, también, hubo protestas
desde el 6 de octubre por la disolución del Congreso Nacional dispuesta por el
Presidente Vizcarra, unos a favor y otros en contra; y, en Colombia desde el 16
de octubre organizaciones estudiantiles protagonizan acciones en contra del
gobierno de Duque, y se anuncia por parte de más de medio centenar de sindicatos
y organizaciones sociales una huelga general para el 21 de noviembre por las
reformas que precarizan aún más el régimen laboral y de jubilaciones.
A partir de estos hechos, veamos y analicemos
el panorama político. Hay tres elementos en común de todos estos procesos tan
variados y distintos, y frente a ello, la reacción conservadora de las élites políticas.
(1) Primera, todos fueron espontáneos, a pesar
de las acusaciones que internamente los regímenes cursan en contra de algunos
dirigentes y contra una especie de “eje del mal” representado por el “castro-chavismo
internacional”. Y a pesar de que, en efecto, estos grupos y dirigentes
acusados, intentaron con pocas posibilidades reales, llevar el agua a su
molino. Por supuesto, las desatinadas y nada estratégicas declaraciones de
Rafael Correa, la necedad de Evo y el oportunismo de Maduro y su “brisita bolivariana”
abonaron a ese mito tan útil para las élites regionales.
(2) Segunda. No existió un programa político
concreto. Todos estos procesos surgieron ante medidas coyunturales, en mayor o
menor medida. Pero todos se fueron transformando, en la misma medida, en
propuestas más estructurales. Por esto, el neofascismo latinoamericano respondió
con inusitada violencia, pues interesaba que esto, en realidad, se quedara como
una “brisita” y no como un sunami político que barriera todo. También explica
la prepotencia y arrogancia de todas las autoridades a no ceder y buscar
negociar a como dé lugar por debajo de la mesa para evitar que el reclamo por los
centavos sea, de pronto, por la fortuna total. Fue, en todo caso, un despertar
social que no estaba en los cálculos de quienes tienen el poder y una lección política
de no subestimar a las fuerzas sociales y su capacidad organizativa. Al mismo
tiempo, replantea las estrategias de los regímenes autoritarios para evitar que
los programas políticos que obstaculizan el actuar de las transnacionales, los
grupos económicos en la Región y determinados grupos emergentes, sean un
contrapeso real a sus intereses.
Sin embargo, luego de la tempestad inicial, algunos
de estos procesos tomaron forma organizativa y direccionada. En el caso de
Ecuador, el movimiento indígena y 150 organizaciones presentaron un proyecto
alternativo mientras el gobierno los criminaliza y usa todos los medios de
comunicación para hacerlos ver como violentos, mercenarios políticos, oportunistas
electorales, terroristas, correístas, y hasta malos padres de familia y pésimos
contribuyentes, aunque esto pudiera destapar los odios y complejos raciales de
la población con imprevisibles consecuencias. Por su parte, en Chile, los
grupos de izquierda y centroizquierda desempolvan sus propuestas de asamblea
constituyente y discusión amplia de la política social, vaciada groseramente en
40 años de neoliberalismo, en medio del escepticismo de las fuerzas de seguridad
y los grupos económicos. En este contexto, a las élites les preocupa la
resurrección de los movimientos sociales que ellos creían ya extintos. Por eso,
la molestia de los gobiernos cuestionados, pues creían que imponer las medidas
neoliberales e institucionales sería más fácil que en los años 90.
Y, tercero. Son electoralmente coyunturales. No
representan en términos electorales a ningún grupo o autoridad. Eso no quiere
decir que no hayan participado organizaciones de sociedad civil, partidos
políticos, movimientos sociales, sindicatos y gremios de todo tipo. Tampoco no
quiere decir que no tengan en la mira estos grupos alguna apetencia electoral
de coyuntura. Sólo supone que no fue este el motivo central de las protestas.
Este ascetismo político ayudó a aglutinar a varios grupos sociales,
especialmente, ciudadanos no organizados ni vinculados a ninguna estructura
política.
Esta idea de luchar por intereses populares desactivó
la instrumentalización que intentaron los medios de comunicación con el uso de
las redes sociales y deslegitimó la represión de la fuerza pública. Por eso, ciudadanos
no organizados comenzaron a salir y ayudar a las víctimas de la represión con medicamento
y alimentación. El mito de David contra Goliat ayudó socialmente mucho a esto. Aquí,
tal vez, la reacción más burda de los regímenes cuestionados: en el caso de Ecuador,
la actuación racista, clasista y regionalista de Nebot y Viteri en Guayaquil y
el silencio tramposo de Lasso, los pulverizó políticamente. Lenin no tiene posibilidades
de reelegirse y su desgobierno tiene un frágil apoyo social y político, y Otto,
el vicepresidente, fue una nave quemada junto con Romo, quien no lograba
cautivar a los votantes y ahora arde en llamas con el régimen antes de la quema
simbólica de fin de año de los monigotes. La derecha se quedó sin candidatos con
posibilidades y aparece un abanico de desconocidos nombres sin posibilidad alguna.
En la izquierda, los dirigentes indígenas Leónidas
Iza y Jaime Vargas aparecen en el horizonte y los medios de comunicación buscan
golpearlos sin piedad y llevarlos a una agenda electoral para anularlos. Ya no
les preocupa las medidas, sino la supervivencia política. Por eso los tachan de
correístas, violentos y prepotentes. Por supuesto, algunos pasos en falsos de
la dirigencia y los conflictos internos del movimiento indígena no ayudan a sacudirse
del intento de hacerlos ver como oportunistas. En todo caso, Iza ha manifestado
que, por ahora, no han pensado en candidaturas. Captar votos en la costa, no
obstante, es el gran reto de ellos si quieren tener posibilidades y eso sólo se
logra en una amplia plataforma con otras organizaciones, grupos y partidos políticos.
Además, esto será posible con una gran dosis de renunciación política y de
tolerancia entre los dirigentes para superar las diferencias y fortalecer la organización
política en todos los niveles. Debe estar en el horizonte político de la
izquierda la conformación a mediano plazo de un partido político de masas.
La derecha, por lo pronto, avanza a tumbos sacando
desesperados del sarcófago a personajes sin posibilidades como Alberto Dahik,
Isidro Romero Carbo y hasta pasean el cadáver sucretizador de la banca de
Oswaldo Hurtado. En lo que están claros, es en impedir a toda costa un candidato
de la izquierda y menos indígena con posibilidades.
A partir de estos elementos analizados, América
Latina experimenta un despertar, una especie de pubertad política que pone en
jaque a los caciques de la Región que intentan sofocar el fuego -a punta de
garrote- de esta efervescencia social y ciudadana que amenaza con contagiar a
todo el continente y llevarlos a la Bastilla tarde o temprano. En todas partes,
el retorno a la democracia fue el tránsito a las peores condiciones de vida y a
la acumulación de capitales en pocas manos, a las enormes diferencias sociales
entre ricos y pobres, a la imposición de las instituciones y a la disciplina como
sinónimo de democracia. Nuestra América se convirtió en una olla de presión que
ya no aguanta más, y esto va más allá de las ideologías y los intereses de grupo.
Somos los ciudadanos que reclaman por mejores condiciones de vida para sí y sus
familias, igualdad de oportunidades, prestaciones sociales universales, trabajo
digno y seguridad ciudadana, participación social y responsabilidad de las
autoridades, transparencia y lucha real contra la corrupción. Para el madurismo
bobalicón (al puro estilo cuántico local y de Duque en Colombia), estamos ante
la “brisita bolivariana” y para el neofascismo, ante “la violencia del castro-chavismo
internacional”. Ambos minimizan el potencial emancipador y autónomo de las
fuerzas sociales, el poder de la movilización permanente, la capacidad de dar dirección propia a sus luchas y de encontrar nuevas vías para su liberación. Yo prefiero pensar que estamos ante el inicio de una “primavera
latinoamericana”, donde las flores no impiden ver las cadenas que nos oprimen.
Inteligente análisis, sólo hay que refrescar que el movimiento indígena del Ecuador, no está despertando, está caminando con una agenda clara en torno a disminuir las brechas históricas marcadas por los gobiernos de turno y que aunque en un momento tomaron estos postulados sociales, no han logrado dar respuesta efectiva a sus planteamientos para mejorar sus condiciones de vida. Sería bueno retroceder el tiempo y volver a vivir la gran movilización que tuvo lugar entre 1990 y 1991. Felicitaciones y nuestro apoyo a estos líderes que no buscan su bien, sino de las mayorías históricamente oprimidas y maltratadas por quiénes están en el poder.
ResponderEliminarGracias por el comentario. El "despertar" es para argumentar la idea central del artículo de la "primavera latinoamericana", pero ciertamente, la resistencia de los hermanos indígenas tiene más de 500 años y es una esperanza para poder pelear contra la exclusión en nuestra América. En todo caso, gracias por la aclaración. Si el poder no es para liberar y hacer felices a las personas debe ser abolido.
EliminarEn realidad, un análisis que comienza muy sesgado, hablando mal de un Partido Comunista en general, sin detenerse el particularismo de la época: el revisionismo. Peor aún, hablando de una "desestalinización", cuando en realidad tal "primavera" era un proceso liberal de retorno al capitalismo, tal como sucedió. Eso que llamas "democracia" en abstracto y la defiendes, se llama "democracia burguesa" en concreto. Y eso que llamas "primaveras" en abstracto son, en concreto, procesos con particularidades políticas e intereses de clase que no pueden ser pasados por alto. Es necesario, en Latinoamérica, distinguir que las clases dominantes locales son muy variadas y entre ellas se disputan el poder político: la derecha dirigida por el imperialismo gringo y el populismo dirigido por el imperialismo chino-ruso, mientras el pueblo se levanta sin ningún norte y sin ningún programa REVOLUCIONARIO (que es el que necesita), salvo pocas excepciones. Peor aún, pensar que en las elecciones (en Ecuador, con los dirigentes indígenas como candidatos) o en asambleas constituyentes (en Chile), está la solución dizque estructural a nuestros problemas es un error gravísimo de análisis, sesgado ideológicamente por tu visión democrática, es decir, liberal del asunto. Aún peor, creer que propuestas de cambios de modelo, en lugar de entender que el problema es nuestra posición dominada frente a los países imperialistas en la división internacional del trabajo. es otro gravísimo error de no entender que el problema no es de forma sino de fondo. Seguimos dándonos las vueltas en los mismos círculos viciosos de siempre, o por oportunismo bonachón, o por miedo a la organización honesta, independiente, revolucionaria y de clase.
ResponderEliminarEs una buena crítica. Ahora, creo que los debates que planteas sin muy clásicos. No hablo mal del partido comunista, solo planteo el debate de fondo en la crítica marxista sobre la espontaneidad y dirección política. Ese debate sigue aún vigente. Todo nomenclatura me parece negativa a la larga, pues anquilosa la lucha y burocratiza los procesos políticos. Y sí es cierto, la primavera de Pagra fue un fenómeno por capitalista. La árabe fue igual una movilización liberal. La cuestión es que no existen hoy las condiciones para revoluciones reales, por lo cual todo espacio que genere cambios estructurales bienvenidos sean. No hay que perder de vista las revoluciones en el horizonte mediato, pero en el hoy estos procesos de protesta que vive América Latina pueden ser usados para la emancipación progresiva. Saludos y gracias por el comentario
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