A propósito del matrimonio igualitario: matrimonio de la discordia
Por: Luis Fernando Ávila Linzán
A
pesar de la popularidad moderna del matrimonio, los números de la realidad
parecen no favorecerlo. De acuerdo a Business Insider (2014) la media de
divorcios en el primer mundo es de 50%, mientras que en América Latina sería
del 20%. Al mismo tiempo, la tasa de matrimonios es cada vez menor al del
crecimiento de divorcios. Si miramos nuestro país, de acuerdo al INEM entre
2014 y 2015 los matrimonios aumentaron 4,5 % y los divorcios 12,2%, aunque la
media de tiempo del matrimonio se mantuvo en 14,7 años, pero con una tendencia
a la baja de, al menos dos puntos de manera sostenida desde 2013, y un 119% de
aumento de divorcios entre 2006 y 2016. Finalmente, el 22,14% de los jóvenes
entre 15 y 29 años vive en unión libre, el 15,9% se ha casado por alguna
iglesia o juez, y el 58,27% está soltero de acuerdo al INEM (2016).
El matrimonio actual está en un estado
deplorable y en peligro de extinción. ¿Por qué entonces, se insiste tanto en el
matrimonio por personas del mismo sexo?, y ¿por qué sectores conservadores se
resisten? Para la comunidad LGBTI, resulta un estatuto precario para la
protección de la propiedad, la unión de hecho o la posibilidad de unir un
patrimonio ante un notario público. Al mismo tiempo, buscan reconocimiento
social, ser incluidos y tolerados en el uso de su diversidad. Respecto de los
sectores conservadores, se estaría destruyendo el concepto tradicional de
familia, al cual consideran como único y excluyente. Se suma a esto el miedo de
que este reconocimiento pudiera permitir la adopción de niños por parejas del
mismo sexo y esto se pudiera promocionar su opción sexual. Si vemos la
estadística citada, ninguno tendría razón, pues cada vez son menos los que
están protegidos jurídicamente por el matrimonio y ya el concepto de familia
tradicional no existe sino sólo en los textos de catecismo. ¿Entonces, por qué
seguir insistiendo?
Porque incluir siempre es mejor que excluir.
El reconocimiento es el motor de la historia según Hegel. Aquello fuerza
cualquier tipo de razón y hace indetenible la evolución de las sociedades y sus
derechos. Así, que la disciplina, la rutina y el control social que van
incluidos como accesorio a la convivencia diaria del matrimonio es un mal que
las personas LGTBI quieren experimentar y es un reto para los heterosexuales
entender que es mejor compartir la riqueza de un ideal, para este caso el
matrimonio, pues esto puede ser la única posibilidad para que el concepto de
familia tradicional perviva o tenga un empujón político. En todo caso, para
ambos sectores, la peor de las libertades siempre será mejor que la mejor de
las opresiones. Lo que hoy se ve como una imposición, con el tiempo, a pesar de
que esta pelea por ampliar los derechos aún no termina, se verá como algo
natural e incuestionable como ocurre con afros, indígenas y mujeres estudiando
y votando con aspiraciones de igualdad real.
Excelente reflexión
ResponderEliminarGracias, estimado amigo.
ResponderEliminarMe parece una acertada reflexión,para todo tipo de personas
ResponderEliminarGracias, estimado amigo.
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