Síndrome de Hubris-Quasimodo y la Defensa del Puesto




Síndrome de Hubris-Quasimodo y la Defensa del Puesto

Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto: Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.



“Líderes carismáticos” los llamaba Weber. “Caudillos” los llama la opinión pública en América Latina. Son una especie de figuras folclóricas que ejercen el poder desde su personalidad, la coyuntura que los llevó a eso y ciertas dotes adquiridas o aprendidas de histrionismo discursivo. No obstante, la malignidad de los estudios políticos al respecto de la academia del primer mundo, contrasta con los enfoques que ven en el fenómeno del populismo una oportunidad progresista de activar los clivajes de clase y reformas sociales importantes, tal es el caso de Laclau. A pesar de esto, quiero centrar mi análisis en el carácter patológico que viene aparejado con la adicción al poder y todo lo que hacen los políticos para mantenerse en él.

La enfermedad se denomina síndrome de Hubris, y consiste en los diversos niveles que adoptan los políticos para mantenerse a toda costa y a cualquier precio en el poder. Y esto va más allá de la obviedad social sobre los privilegios que gente como Rosario Murillo ostenta en Nicaragua o el bodrio y el boato (palabras preferidas del mejor cronista ecuatoriano: Roberto Aguilar) de los Kirchner-Fernández en tierras gauchas. Es un trastorno paranoide y compulsivo de la personalidad que hace creer al individuo estar predestinado a gobernar para siempre. No obstante, esta patología va de la mano de condiciones políticas especiales y características innegables de seducción y liderazgo. Digamos que hay un cierto talento e inteligencia excepcional en Leónidas Trujillo, Anastasio Somoza, Vladimir Putin y Fulgencio Batista.
No obstante, hay algunos mesías políticos simiescos, paniaguados y bobalicones que van aprendiendo a sobrevivir aupados en el poder y sus acólitos: Kim Jong Un y Donald Trump son muestras de esto en Corea del Norte y en la patria del Tío Sam; y, Lucio Gutiérrez y Jamil Mahuad en Banana Republic. Lo que resulta sorprendente es que exista una especie de esta fauna populista que no cabe en ninguna de las previsiones psiquiátricas conocidas. ¿Cómo le llamamos a alguien que no tiene talento ni mérito alguno, ejerce un poder de migaja y manipulado por una pléyade de oscuros personajes políticos?, ¿cómo le llamamos a quién no es capaz de articular dos sílabas para defenderse y otros lo utilizan para proteger intereses de un tercero y su parasitaria existencia? Tonto útil lo llamarían algunos. Yo postulo que nos encontramos ante un bicho nuevo para el estudio psiquiátrico. Creo que hay que reformular la categoría del síndrome referido. Postulo que se llame “Hubris-Quasimodo”.
Quasimodo es el personaje de la obra “Nuestra Señora de París” de autoría de Víctor Hugo. Aquel fue el arquetipo del paladín comercial elaborado por Walt Disney. Pero el original no estaba centrado en su fealdad, sino en su manipulabilidad por parte de su custodio, el malvado Claude Frollo. La intención del autor era mostrar lo hermoso de la cultura, el arte y la arquitectura góticos que, para aquellos tiempos, eran considerados de mal gusto, anacrónicos y obsoletos, pues se los percibía como medievales. Quasimodo, entonces, se jugaba entre su rol de ser un tipo sin trascendencia, excepto para las gárgolas que cobraban vida sólo en su presencia, y su deseo de ser acogido como algo más que un juglar que disfruta de la fiesta. Esta conducta explica, al puro estilo lacaniano, las estructuras profundas de autoridades políticas con perfil mediocre y que abusan del poder, que lo ejercen contra todo pronóstico y mediante trampas, y que usan todas las argucias jurídicas para mantenerse en el puestito. Creen sinceramente que están en lo correcto y hasta se consideran perseguidos políticos.
Esto explica la indignación honesta de quienes fueron cesados del cargo de Defensoría del Pueblo y Consejo de la Judicatura por el Consejo de Participación Transitorio, o la falta de rubor de quienes falsearon documentación y puntajes, manipularon los procedimientos de los concursos y mecanismos de admisión para participar y mantenerse o alcanzar la máxima autoridad de varias instituciones que fueron elegidas por el mismo transitorio. Esto explica las triquiñuelas y el abuso institucional de las medidas cautelares pedidas por varios asambleístas para preservar el despacho defensorial y el descaro de no renunciar, aunque su máxima autoridad fuese descalificada del reciente concurso fallido por falsear la información sobre su título, y haya sido beneficiado por una camarilla de corruptos para conservar sus canonjías. Quasimodo en este caso aparece como un perrito pequinés al centro del circo en que se ha convertido la política ecuatoriana en estos días o un individuo de manos regordetas (otra vez, cosecha de Aguilar) que se frota las manos, con aires de Duterte, detrás de su escritorio y rodeado de adulones, payasos y ventrílocuos.
El síndrome de Hubris-Quasimodo afecta a las instituciones ecuatorianas y parece que no existe una vacuna o cura posible. Ni la terapia grupal ni la homeopatía ni los menjurjes de los Calazacón-Aguavil parecen servir, ya sea para exorcizarlos o para mover las consciencias ciudadanas y movilizarlas para removerlos. Ecuador experimenta una embriaguez que asimila este síndrome que no sólo infla de una autoestima de papel a sus pacientes, sino que también normaliza las bufonadas e ínfulas de los pequeños roedores que comen las migajas que caen de las mesas repletas de las élites políticas.

Comentarios

  1. Doc es la pura verdad. Apoyo su teoría. Saludos.

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    1. Un abrazo enorme. Hay que seguir empujando la opinión pública para que se haga lo correcto.

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  2. Lamentablemente la crisis política va más allá de una aplicación constitucional como manto proyector, aquí hay lucha de poderes y 0 seguridad jurídica

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    1. Es verdad. Es una pena. El Ecuador va camino al caos y nadie parece darse cuenta.

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    2. Mucha razón...mientras tu tengas a un pueblo en tinieblas será dificil q pueda ver con claridad al verdugo q lo somete...es dificil ver el camino...no aprendemos que "El bién de mi projimo...me hace bién a mí"

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  3. Esa actitud de desprendimiento no es propia de una clase política ignorante, medieval y neocolonial.

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  4. Completamente aplicable a la situación actual finalmente los medios crean una nube para que sólo se vea lo que ellos quieren tanto poder tienen que juzgan y determinan que se debe o no hacer o decir que es verdad y que no a la. Conveniencia del momento

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    1. Los medios levantan cualquier perfil por bajo que sea y se transforme en un supuesto líder. En el caso de la defensa del puesto, es increíble ver los programas se farándula apoyando "la defensa del puesto"

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