¿Venezolanos, go home?
¿Venezolanos, go home?
Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto: Teleamazonas.
Uno
de las cuestiones más intrigantes de la política de nuestros días es el giro que
los políticos cuestionados les dan a las ideas y agendas políticas. Más o menos
lo que popularmente se llamaría “los pájaros disparan a las escopetas”. Así,
los políticos astutamente les dan vuelta a los argumentos de sus críticos. El gobierno
de Correa adquirió experticia, pero no fueron los únicos. Tal vez uno de las demostraciones
más patéticas fue la acusación de David Cameron, primer ministro británico, quien
llamó a Argentina “colonialista” respecto de las Islas Malvinas. Además, estos cambios
discursivos pueden ser a nivel más estructural, como ocurrió en el cambio
discursivo global que experimentaron las facciones religiosas cristianas que
antes eran llamadas despectivamente como “sectas o protestantes” por el
catolicismo oficial y que ahora han logrado ser llamadas “cristianos”. En definitiva,
lo increíble es que este giro logra invertir la construcción del otro con éxito.
Esto sucede con la palabra “gringo”. El Diccionario
de la Academia Real de la Lengua Española alude a “extranjero”, no obstante,
durante décadas se ha usado en América Latina en un sentido despectivo para
nombrar a los ciudadanos de los Estados Unidos. Incluso, cuando se quiere criticar
al imperialismo norteamericano se usa la frase “¡gringos, go home!”. Se dice
que el origen de este significado tiene que ver con la guerra entre México y
los Estados Unidos por el color de una de las facciones del ejército
norteamericano. En todo caso, el sentido social que tienen estas palabras es de
resistencia, crítica a la opresión y a la dominación extranjera.
¿Son realmente los venezolanos quienes huyen
del hambre en su país hacia los países de la Región un extranjero, un enemigo
temible y un opresor? Compartimos una historia común, hemos vertido sangre del
mismo color en el campo de batalla buscando la gloria y la libertad,
compartidos tres países los mismos colores de la bandera ideada por Miranda;
nos une una misma lengua y hasta una misma religión; nuestros enemigos son los
mismos: transnacionales y potencias imperialistas; y, tenemos problemas
comunes: una dirigencia política ignorante, idiota y corrupta -con independencia
de la ideología-, subdesarrollo, pobreza, falta de empleo y oportunidades, y exclusión
social en todos los niveles. ¿Qué los convierte a los venezolanos en el
enemigo? Cuatro mitos políticos que comparten ciudadanos de a pie y políticos a
mi entender:
(1)
“Ellos son una ola gigante de desempleados y muertos de hambre que vienen a quitar
el trabajo a los ecuatorianos honestos”. Es obvio que sean más competitivos,
pues cobran menos de la mitad y tienen una relación precaria con el mercado laboral,
y además tienen algunas habilidades especiales para algunas labores. No obstante,
los segmentos del mercado afectados son aquellos donde existe mayor
informalidad: prestación de servicios de alimentos, construcción, mueblería, mecánica,
labores de cultivo, servicio doméstico, pesca, crianza de animales y transporte
principalmente. Hay, por ende, un reemplazo de mano de obra precaria en favor
de los empresarios y empleadores autónomos. A pesar de esto, quienes más se
quejan son la clase media acomodada y los gremios de profesionales. El enemigo invisible
en este caso es la precariedad-explotación laboral y la mezquindad de los empleadores,
no los venezolanos.
(2)
“Los venezolanos son prostitutas y ladrones, un problema de seguridad pública”.
Esto responde a una generalización odiosa, promovida por los medios de
comunicación y la clase política, pues resulta fácil echarles la culpa a los débiles
y no los responsables reales de la política pública. A los políticos les viene
bien un motivo movilizador y cohesionador de aceptación social. Lo usó Hitler
para perseguir a los judíos y hacerse del poder, y lo hacen los dirigentes mediocres
de la Región para cerrar sus negocios desde el Estado y así cubrir con un manto
de supuesta eficiencia a su gestión. Una política de seguridad debe ser integral
y fundada en los Derechos Humanos y la protección de la vida y la seguridad de toda
la población, culpar a los extranjeros pobres habla de un orden fascista, de la
incapacidad de gobernar y de un populismo neocolonial. Así, la comisión de
delitos y la prostitución no dependen del origen social de las personas, sino a
condiciones sociales de exclusión y falta de oportunidades, que afectan a lo
más pobres, sean estos ecuatorianos o extranjeros pobres.
(3)
“No hay cama para tanta gente, ellos son una carga para la política pública”.
Es
evidente que un Estado ineficiente y que se manaje como una hacienda personal
no tiene capacidad alguna de hacer una política pública eficiente y de calidad.
Sin embargo, el discurso oficial es que nuestros Estados cumplen estándares internacionales
que harían sonrojar hasta a los habitantes de los países nórdicos. La verdad es
que en pleno siglo XXI, una persona aún puede morir en un hospital de Santa
Elena porque no hay un ecógrafo. Al mismo tiempo, hay gente esperando meses por
atención médica de un profesional que no puede dedicar más de 5 minutos a un
paciente al cual el recetará un analgésico. También, menos del 20% de la
población está incluida en el sistema de seguridad social y las obras públicas
tienen un sobreprecio superior al 200%. Vivir o morir en nuestros países depende
de tener o no dinero o ciertas amistades y familiares en el sistema. Entonces,
que la llegada de más gente sea un problema es una cuestión de grado, no de
suma cero. Es decir, con o sin extranjeros pobres, la política pública es un
fracaso total. De esta manera, echarles el muerto a los venezolanos es útil
para la burocracia indolente, pues así se disimula la pobreza de los servicios
y se justifica los impuestos que financian su estilo de vida.
(4)
“Son unos cobardes que no son capaces de derrocar al dictador Maduro”. Lo mismo
se decía de los chilenos que llegaban a Ecuador en los años 80 huyendo de la brutalidad
despótica de Pinochet -para Bolsonaro y otros, necesaria-. También se dice lo
mismo de los afganos y sirios que escapan de sus propios cucos. ¿Pero qué
capacidad real tiene la población civil de resistir con éxito a las tiranías?
Generalmente, los ciudadanos estamos en medio de todo y sometidos a intereses
que ni siquiera podemos ver claramente. El principio es claro: no podemos culpar
a las víctimas de la violencia ejercida sobre ellos. Más sí, a la incapacidad
de la dirigencia política de solucionar las crisis y los problemas sociales y
políticos. ¿Qué rol ha jugado la oposición venezolana y qué alternativas representa
al régimen de Maduro más allá de sentarse a llorar, bloquear, victimizarse y
romper las instituciones?, ¿qué han hecho los países de la Región, además de
pedir a gritos una intervención militar a los cruzados del Tío Sam, y tomar
cocteles en organismos caducos e inútiles como la OEA?
Los
hermanos y hermanas venezolanos, descendientes de quienes pelearon con nosotros
para expulsar a los conquistadores de nuestras tierras, son víctimas de una
crisis humanitaria, y merecen el mismo trato que nosotros exigimos para nuestras
familias. Y esta crisis tiene responsables detrás de los mitos sociales y políticos
y parásitos que sacan provecho en su favor. Por ello resulta vergonzoso, que el
discurso oficial de los Estados y los habitantes de la Región sea: “¡Venezolanos,
go home!”.
Lo hacemos con la discriminación y la exclusión,
en el prejuicio de nuestros actos y palabras, en la irresponsabilidad de los
medios de comunicación, en el oportunismo de los políticos y los empleadores,
en el pedido de visas y las políticas de seguridad “a la carta” de los Estados para
romper el flujo migratorio hacia el primer mundo, en el utilitarismo de las
potencias extranjeras y en el interés usurero y comercial de sus empresas, y en
el sufrimiento que no queremos ver en sus rostros, especialmente, en el de los
niños en brazos y que nos miran con hambre y esperanzas. Antes de cualquier valoración, les invito a mirar, además, en lo profundo de los ojos de una orgullosa mujer zuliana y un alegre
maracucho, en la sonrisa tricolor de un niño
gocho y en las manos duras de un llanero. ¿Venezolanos, go home?
No, no nos engañemos, son otros los que tienen que irse a su casa.
Tengo amigos y pacientes venezolanos. Lindas personas, pero no podemos cerrar los ojos a lo que está sucediendo en todos los lugares de la Patria y de los países donde han ido los venezolanos. Se ha creado un problema social tan grande debido a los malos elementos que se están exportando, que no son casos aislados. Es ahora normal ver grupos de venezolanos asaltar en masa en Guayaquil, bloquear las fronteras. Es el colmo del descaro. Eso debe terminar y pronto. Esto es como un antígeno externo que está en contacto con un huésped. Pronto se desarrollarán anticuerpos y habrá ahí si excesos no sólo contra los malos, sino contra los malos elementos. Cuando el árbitro falla, se daña el partido. Estamos a un paso de que el partido se dañe y todo termine mal
ResponderEliminarDe acuerdo, pero no es culpa de ellos. Son los políticos, la dirigencia política y los grupos de poder que se benefician de esta situación los responsables. Criminalizar o aplicarles a los venezolanos mano dura no es la solución. Aplicar una política de seguridad para quienes alteran el orden, pero sin que te ha que ver su origen, sino los actos cometidos, es la medida inicial del debido proceso penal. Lo demás es un desborde innecesario del poder punitivo que puede afectar a gente inocente, incluso a nosotros mismos o nuestras familias.
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