¿Existen alternativas para la política xenofóbica sobre la inmigración de extranjeros?
¿Existen alternativas para la política
xenofóbica sobre la migración de extranjeros?
Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Era
de noche y estaba oscuro en la celda en la que fueron confinados cuatro
personas acusadas de haber asesinado brutalmente a una mujer que realizaba la
limpieza de las calles. El móvil, posiblemente, fue robar sus pertenencias. Uno
de los guardias los golpeaba e insultaba desde que llegaron. “22 de junio 2018”
estaba marcado en un calendario oxidado que colgaba de la pared. Los demás
privados de libertad se sumaron a los guardias, no había duda, un video de una
cámara de vigilancia hacía innegable el abominable crimen cometido por estos
desgraciados. Fueron rapados, golpeados, electrocutados y sometidos a todo tipo
de vejaciones sin nombre durante la noche que llegaron. ¡Indios de mierda!,
¡escoria!, ¡fuera, extranjeros sucios…! Se repitió durante varios días.
Posiblemente, una parte de los lectores en
este momento piensan: ¡Qué bueno! Eso merecen y más… ¡Que los arrastren y los
quemen a esos delincuentes! Sin embargo, la perspectiva, seguramente, cambia si
supiéramos que estos infortunados seres humanos eran ecuatorianos y cometieron
estos delitos en Chile. Durante esos meses, muchos ecuatorianos -que los hay
bastantes en Chile- fueron hostigados en sus lugares de trabajo, escuela y
demás lugares públicos. La queja era la misma: ¿por qué no se van estos
miserables a delinquir a su país? En un país con las instituciones más sólidas y
la población con mayor número de libros leídos per cápita por año de la Región,
el Presidente ultraconservador, Sebastián Piñeras, tuvo que condenar dichos
actos.
La movilidad humana es un fenómeno multicausal
y complejo donde no siempre participa la voluntad humana o, en el mejor de los
casos, está viciada. A nivel global, se origina por las asimétricas relaciones
comerciales entre los países centrales y periféricos que no tienen que ver
siempre con la competitividad y el talento y esfuerzo de los trabajadores y
empresarios, sino a políticas y estrategias de dependencia global del capital
internacional y las transnacionales en detrimento de países condenados a ser
productores de materia prima. Eso genera una acumulación de capitales en los
países centrales. Ante esto, miles de personas buscan llegar a estos países en
busca de oportunidades y son presa fácil de un mercado paralelo que los explota
o los involucra a las redes de trata de personas.
A nivel local, los migrantes son víctimas de
violencia económica, política o religiosa. Deciden migrar cuando esta situación
se vuelve intolerable. Grandes hambrunas provocadas por las crisis globales y cíclicas
del capitalismo, o las purgas políticas en regímenes de facto de todo signo han
empujado a miles de personas al exilio forzoso. Hace poco fueron los sirios
huyendo del hambre, la guerra y la voracidad de las potencias militares en la
peor crisis humanitaria de las últimas décadas. Y en el caso más conocido por
nosotros, miles de venezolanos salen desesperados por la situación económica y
los elevados niveles de violencia social y política, y generan presiones en el
mercado laboral y las políticas públicas de los países vecinos. En su mayoría,
los países centrales y periféricos suelen reaccionar de la misma manera, pero
con distintos niveles violencia estatal: endureciendo los controles
migratorios, focalizando la precariedad de la prestación de los servicios
públicos y criminalizando a los extranjeros. A continuación, voy a revisar
estas estrategias y trataré de explicar, lo que, a mi parecer, representa una
alternativa a la política xenófoba que practican, contradictoriamente, los
Estados y sociedades del Siglo XXI: “libertad de circulación para las
mercancías, pero no para las personas”.
I
Endurecer los controles migratorios
Los
países centrales tienen un mecanismo efectivo que les permite ejercer el
derecho de admisión al bienestar de sus países: el visado. Mediante aquel, se
puede propiciar la llegada sistemática y selectiva de personas con dinero, sin
complicaciones políticas ni personales y sin el ánimo de quedarse a mezclarse
con su población.
Pero el visado no tiene como función regular
los flujos migratorios, sino los beneficios económicos que produce la migración
ilegal. Así, cuando las condiciones del mercado impiden absorber a los países
centrales la mano de obra informal para beneficiar a sus empresas o la presión
sobre la política pública se vuelve insostenible, el visado se endurece; y, se
ablanda cuando existe excedentes económicos y baja la demanda de mano de obra
informal. Europa, por citar un caso, relajó su visado en los años 90 ante la
falta de mano de obra joven por el envejecimiento de su población y los Estados
Unidos lo hicieron en los años 60 por la carrera armamentística durante la
Guerra Fría.
Y la muestra fehaciente de que el
endurecimiento del visado no tiene como fin regular la migración, sino
precarizar en favor de las empresas, es de que no se frena la llegada de los
migrantes de los países centrales, sólo se hace más penosa e inhumana hasta el
extremo de caer en las redes de tráfico y trata de personas, cuya cúspide,
igual que en el narcotráfico y el tráfico de armas, no está necesariamente en
los países periféricos, sino en las curules de los políticos, en los cuarteles
y en las oficinas de las transnacionales en los países centrales. Todas las
personas que llegan en pésimas condiciones y sin documentos reciben pagos de
subsistencia y viven en condiciones precarias. En definitiva, la informalidad
es muy buen negocio para los países centrales y una penuria para los
periféricos.
El control en los países periféricos es
similar. La diferencia es que es más rupestre, puesto que los migrantes se
integran a un mercado, por naturaleza, informal y las condiciones de trabajo
son más extremas. Su política migratoria recrudece los requisitos formales, lo
cual agrava la situación de los extranjeros frente a instituciones casi
inexistentes, mediante una larga tradición formalista: pasado judicial, pago de
seguros privados, referencias personales, pasaportes especiales, antecedentes
penales, certificados especiales, etc. Así, mientras el derecho de admisión en
los Estados centrales se realiza en un brochur sofisticado, en los periféricos este
mecanismo de exclusión es un cartel que grita: “no queremos extranjeros pobres”.
De la misma manera, los extranjeros llegan por las permeables fronteras de
nuestros países y la misma lengua y tradiciones parecidas aseguran la inmediata
integración a la población local. Afortunadamente, la mayoría de los
extranjeros no están sometidos a las redes de tráfico y trata -porque no es
económicamente rentable-, sino a un ejército de tramitadores e intermediarios que
encarecen el ingreso y permanencia en los lugares donde hay excedentes
económicos. Esta situación de economías emergentes propicia que nuestros países
sean únicamente lugares de tránsito y de estancia temporal hacia los Estados
Unidos de América y Europa. Por esto, cuando en los países centrales las
condiciones económicas no son favorables a la mano de obra informal, nuestros
países obstaculizan, estratégicamente, el tránsito hacia esos países mediante
la exigencia de visas y otros trámites. Por esta lógica de dependencia
económica, nuestra política migratoria se hace en función de las necesidades de
los países centrales y no de las nuestras.
No obstante, esta estrategia es atractiva para
los gobiernos y los políticos, especialmente, en épocas electorales. Endurecer
la política migratoria da réditos políticos y distrae a los electores sobre la
corrupción y negligencia en el manejo de la política pública. Es muy fácil
echarle la culpa a los más débiles, a los miles de extranjeros que piden
limosna en las calles y son explotados por los empleadores.
A pesar de esto, sí existen alternativas. Hay
países como Canadá y Australia que propician una política migratoria planificada
y consensuada. Ambos países tienen enromes extensiones de tierra que necesitan
colonizar para ejercer soberanía, por eso permiten la llegada sistemática de
mano de obra calificada, siempre con su familia -pues, en todo caso, la mezcla
no es de su interés-. También, los países nórdicos tienen una tradición de
recibir migrantes y refugiados. Por su parte, la Comunidad Europea planificó su
proceso de integración política de manera planificada y enlazada a acuerdos
regionales sobre economía, comercio y tributos. En la Región, la política de
“fronteras abiertas” que se intentó implementar en MERCOSUR y la Comunidad
Andina son ejemplos de políticas inteligentes para regular la movilidad humana.
II
Focalizar la precariedad de la prestación de
los servicios públicos
Foucault
postulaba que los mecanismos de control social tenían una función específica:
mantener a raya a los pobres. Acorralarlos en espacios que parecen diseñados
meticulosamente para ellos es el resultado de una política pública de
exclusión. Está tan bien diseñado este modelo de exclusión que los mismos
pobres creen que es su culpa vivir en condiciones de miseria. Pareciera que son
tan tontos que justo se les ocurre vivir donde no hay servicios públicos y
donde la propiedad es precaria y los trabajos son informales.
Pero el modelo de exclusión funciona no sólo
porque levanta barreras entre pobres y ricos, sino porque, además, focaliza la
precariedad de los servicios públicos en determinados grupos. Así, agrupados se
facilita el control sobre ellos. En realidad, estos guetos existen como campos
de concentración social y manejado por un fascismo invisible. Por ello, no es
raro ver barrios pobres donde habitan personas afros o migrantes internos, o
grupos de extranjeros de una nacionalidad en particular en los países centrales
y, también, en los periféricos. Boaventura de Sousa Santos explica que, al
contrario, los ricos se apertrechan en sus palacios donde se aseguran estar
protegidos por este orden de fascismo social.
Focalizar la precariedad en los extranjeros
puede ser, políticamente, potente, pues opera sólo respecto de quienes son
pobres. Negarles protección conecta a los políticos con los prejuicios de la
gente: si la política pública es mala para los nacionales, extenderla a los
extranjeros pobres es injusto. La verdad es que los políticos logran que no se
cuestione la mediocridad de la política pública, sino que se focalice el odio
social en los extranjeros pobres. Se evita en un plano más general, así, al
mismo tiempo, toda rebelión social, pues los pobres arrastran las cadenas de su
culpa por su propia miseria, y los ricos se convierten en el modelo social de éxito
que nunca llegarán a ser. La alegoría más evidente de este proceso de exclusión-control
y fascismo social es Harlem de los años 80 en los Estados Unidos o el Guasmo de
los 90 en Guayaquil; la Franja de Gaza y el Monte Sinaí en el Guayaquil de hoy.
Una alternativa debe pensarse desde la ruptura
de este orden injusto, pero ello significa afectar los intereses de las élites.
El artículo 85 de la Constitución de 2008 en Ecuador incluye la garantía de la
política pública, que funciona como un postulado de enfoques mínimos para dar prioridad
a los grupos de personas que se encuentran en indefensión y grave estado de
vulnerabilidad. Por supuesto, aquello supone la implementación de políticas
sociales de amplio espectro de protección y que tengan un efecto emancipador
respecto de las estructuras de exclusión. Requiere un fuerte liderazgo político
de los dirigentes y un eficiente aparato burocrático para focalizar políticas
de calidad para los excluidos. Con relación a los extranjeros, esta focalización
se realiza en varios países europeos y esto ha mejorado los niveles de
seguridad y bienestar general. Es decir, invertir en política social para los
migrantes (salud, educación, seguridad social, etc.) ha bajado la tensión social
y ha mejorado el proceso de integración a la cultura local, y ha generado
aprendizajes e intercambios de destrezas importantes. Un caso interesante son
las panaderías, ebanistas, sastres, prestadores de servicios, vendedores y
diseñadores colombianos en los últimos 20 años en Ecuador. Esto ha creado nuevos
nichos de trabajo, espontáneamente y sin apoyo institucional alguno, e innovaciones
que benefician, también, a los ecuatorianos. Al inicio, cuando ellos llegaron,
la xenofobia era terrible y con el tiempo se integraron generando nuevos
aprendizajes en todo orden social.
Igual se puede decir de los médicos y
deportistas cubanos -y otros profesionales-. Algunos llegaron de manera autónoma
y otros con ocasión de los acuerdos entre los Estados de Cuba y Ecuador. De
estos últimos, algunos se quedaron con sus familias de manera permanente.
Aquello ha mejorado el atletismo de alto rendimiento y la prevención de salud pública,
la investigación médica y las políticas estatales de salubridad, y la
investigación académica en las universidades. Todas estas experiencias se
dieron de manera espontánea y sin que estén exentas de racismo y xenofobia,
pero si se contara con apoyos institucionales se potenciaría los resultados positivos
de esta experiencia. Suecia tiene una larga tradición de acoger refugiados, disidentes
y perseguidos políticos, y es un ejemplo de lo que resulta de focalizar políticas
de calidad en los extranjeros: la integración con sus aprendizajes en todos los
campos de la ciencia, el conocimiento y el deporte.
Una barrera invisible para esta política
alternativa es el discurso de escasez del recurso sobre la que se levanta la
política pública en la mayoría de países centrales y periféricos. Sobre esta lógica
institucional invertir en los pocos crea un malestar en la mayoría, pues para
ellos tampoco hay. La sensación es la de que si alcanza para nosotros, por qué
darles a ellos. La verdad es que para todo alcanza si se planifican los recursos
de manera eficiente, austera y útil. Por supuesto, ello supone una dirigencia y
unas élites educadas y progresistas, instituciones sólidas y eficientes, y un
origen participativo de la política pública.
III
Criminalizar a los extranjeros
Por
si fuera poco, una vez que les decimos que no son bienvenidos los extranjeros pobres,
y una vez que les toca acostumbrarse a mantenerse lejos de la gente de bien en
los campos de concentración contemporáneos sufriendo en cloacas y con una ausencia
casi total de servicios públicos; ahora decidimos que el único servicio que
merecen es la represión policial, la penalidad judicializada y la cárcel. Los extranjeros
reproducen en los controles, supuestamente aleatorios, que realiza las agencias
policiales para controlar la migración “ilegal”, su propia Kristallnacht
una y otra vez: pierden sus pocos bienes, les quitan el escaso dinero que
llevan encima, son violentamente desalojados del espacio público y de la
propiedad privada abandonada, se incautan sus documentos personales si es que
lo tienen; las mujeres son abusadas sexualmente y los niños son golpeados y
retenidos para controlar a sus padres. Si no tienen dinero para pagar por su
rescate, son puestos a orden de las autoridades judiciales y administrativas
para iniciar su deportación o vinculación con algún delito siempre de propiedad
o de tráfico de drogas; y, si aquello ocurre el destino final será la cárcel,
lugar donde el discurso de rehabilitación, resocialización y reinserción se
convierte en palurdo castigo medieval, que se vuelve extremo en el caso de los
extranjeros, pobres, afros y mujeres.
Criminalizar a los extranjeros pobres cierra
el círculo de violencia creado para ellos. Pero es un arma abominable que sirve
a las autoridades de turno justificar las estrategias anteriores. Vivimos en
Ecuador una sociedad del castigo, puesto que así fuimos formados por la Iglesia
y la milicia, únicos referentes de orden en los países periféricos. No
obstante, funciona aún en los países centrales, puesto que da una falsa sensación
de seguridad y de eficiencia en control de los flujos migratorios.
Por eso el Presidente Trump ni parpadea
orgulloso ante la evidencia de niños mexicanos enjaulados, mujeres brutalmente
violadas, gorilas con placa y sombrero vaquero saltando sobre la cabeza de migrantes
salvadoreños en el desierto de Arizona y vehículos gigantes cazando latinoamericanos
sin documentos en la frontera con México. La represión es más barata y no
requiere esfuerzo neuronal alguno, y es un instrumento atractivo para los políticos,
puesto que la criminalización no pone en cuestión su dominación ni sus
privilegios y desplaza la culpa a los más débiles, en este caso, los extranjeros.
Apoyan esta estrategia de muerte varios niveles de criminalización mediática,
donde se destaca los delitos y abusos cometidos por extranjeros y se posiciona su
supuesta malignidad natural. Esto enlaza perfectamente con los miedos y las
carencias económicas de la población y se presenta el síntoma más peligroso de
una sociedad enferma: la xenofobia. Esta estrategia que consiste eng una
política de guerra, puesto que el fin de aquella es la privación de libertad o
la expulsión, es decir, eliminar al enemigo. Por ello, el debido proceso es
tenue en todos los procesos de represión y las violaciones a la integridad personal
se convierten en la regla en los procesos migratorios y penales donde están
involucrados los extranjeros pobres. No cuentan con defensa especializada o de
calidad, son incomunicados y hacinados en centros de detención improvisados, y
en el proceso se los trata como criminales condenados y peligrosos. La
eliminación del enemigo está justificada por la presión de los medios de comunicación
y la población local.
La alternativa puede verse en la amplia y desarrollada
normativa de la Unión Europea, no siempre aplicada por todos los países de
manera uniforme, en algunos casos afectados por procesos políticos internos fascistas
ante el miedo al terrorismo islámico y la delincuencia de determinados grupos
de extranjeros pobres. La Italia de Simone Di Stefano y la Francia de Le pen son
casos donde se comienza aglutinar sectores reaccionaros a la presencia de
extranjeros en sus territorios desde una postura nacionalista y xenófoba. La llegada
de miles de sirios en 2018 puso a prueba en gran medida esta normativa.
En definitiva, existen alternativas, pero hay
que considerar las barreras invisibles que impiden que estas se hagan realidad.
Por el momento, la política que se aplica en casi todo el mundo es fascista y
franquea las líneas entre el desarrollo, la opulencia y la dependencia
económica y la miseria de millones de personas que migran huyendo de la
violencia y las condiciones de pobreza estructural.
Interesante primo y muy buen punto de vista. Hay que mirar la moneda por ambos lados. Excelente éxitos.
ResponderEliminarGracias, compa, por el mensaje un abrazo
EliminarComo bien se indica la movilidad humana es un fenómeno multicausal, los seres humanos por naturaleza nos acostumbramos a permanecer en nuestra llamada zona de confort, y si por diversas razones nos vemos obligados a cambiar y a vernos frente a situaciones deconocidas, a lugares diferentes, etc es decir a empezar de cero, nos toma tiempo el nuevamente crear una rutina de vida, la migración tiene muchas causas pero ninguna me atrevo a decir es voluntaria ¿Quién dejaría su zona de confort voluntariamente? siempre existen razones de necesidad, de sobrevivencia, razones tan poderosas que obliguen a un ser humano a cambiar a enfrentarse a lo desconocido a la discriminación y a ser tratado como una persona que cometió un delito todo esto y más en un país que no es el suyo, donde tienen otras costumbres, otro idioma, en fin.
ResponderEliminarTratando el tema desde un enfoque idealista donde la política pública esta encaminada a que todos sean buenos ciudadanos, debemos mencionar que las políticas de migración unicamente sirven para obtener reditos políticos así que no cumple con el fin de este enfoque, visto el tema desde el enfoque contractualista donde el estado es constitucional , donde los ciudadanos tienen derechos y obligaciones y simplemente se debe cumplir con lo que dice la ley tanto por parte de los ciudadanos como del estado, pues en este caso tampoco el tema tratado estaría dentro de lo que se pretende; y, entonces nos queda el enfoque realista que este si busca cambiar la realidad social con una política pública útil y práctica.
La migración es un tema que nos toca a todos y que lastimosamente no se le ha dado la importancia que merece y ha sido manipulado para beneficio de unos cuantos, la política social para tratarla de forma seria y real no existe, por parte del gobierno se ha limitado a simplemente ver el problema y dar soluciones básicas y por demás reprochables como lo que sucedio tiempo atrás cuando como solución varias instituciones del estado facilitaron buses para transportar seres humanos que tuvieron la necesidad de migrar en otra frontera, explicando que eso era lo políticamente correcto en ese entonces, esto demuestra que no estamos preparados o no queremos hacer un estudio serio, a implantar una política donde prime el bienestar del ser humano, a comprender que la migración no es el problema, sino la forma en que el estado la enfrenta.
Es cierto, en la coyuntura, es una cuestión demagógica que utilizan los políticos para buscar legitimidad política.
EliminarFelicitaciones uno de los mejores publicados en tu block Dr la conclusión es clave no son las personas extranjeras las culpables son los gobiernos ociosos e incapaces o simplemente intereses de poder que hacen que tarden o nunca lleguen las políticas migratorias adecuadas.
ResponderEliminarGracias, compa. Un abrazo. La crítica vive mediante el debate
EliminarDesde los albores de la humanidad, la migración o movimiento humano ha tenido mucha trascendencia, al inicio posiblemente por el instinto de supervivencia o la costumbre lo cual considero que no es malo; más en nuestra era este fenómeno se ha dado producto de las malas decisiones políticas que están envueltos en corrupción y escándalos de toda índole. Ante este hecho grandes grupos de nacionales han tenido que salir lejos para poder escapar y sobrevivir, más sin embargo han sido maltratados por nuevas culturas y tradiciones, muchas veces incomprendidos e incluso juzgados sin conocer el verdadero motivo que les obligó a tomar tales decisiones.
ResponderEliminarLastimosamente, el proceso de migrar la mayoría de veces es obligado por circunstancias ajenas a la voluntad de los migrantes. Saludos
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