“La peste” y el Coronavirus de Camus
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El coronavirus saca lo peor de la gente: el egoísmo, la indiferencia y el elitismo. Pero, también, puede rescatar la solidaridad y lo poco que nos queda de humanidad. |
“La peste” y el Coronavirus de Camus
Por: Paolo Vega
(autor invitado)
Foto por: www.elboomeran.com
La
tragedia humana libera la condición humana que hemos mantenido enjaulada. Es
ese monstruo horripilante que buscamos dejar sedado. Ese rostro desfigurado que
tratamos de ocultar. No obstante, en situaciones caóticas, como olla de
presión, liberamos convicciones, valores, emociones que podrían denominárseles
como irracionales.
Bueno, Albert Camus supo plasmar en sus obras
la condición humana frente a situaciones catastróficas. Fue un filósofo, novelista,
dramaturgo, ensayista y periodista de origen argelino-francés nacido en 1913. Formó
parte de la resistencia de Vichy durante la invasión de los Nazis en Francia.
Desde ahí pudo experimentar el desfigurado rostro de la humanidad. Sin duda
alguna, la Segunda Guerra Mundial fue un evento que influyó profundamente en
sus escritos.
En 1947, Camus publica “La Peste”. Esta
crónica, como él mismo la denomina, se encuentra ambientada en el siglo XX en
la ciudad de Orán, donde sus habitantes rutinariamente trabajan únicamente para
acumular riquezas y satisfacer sus deseos hedonistas; para nada más. Llevan un
estilo de vida monótono, aburrido y sin sentido.
Repentinamente, la ciudad de Orán se verá
flagelada por una peste originada de las ratas. Una peste que se volvió
incontrolable por la falta de previsión de sus coterráneos. Pronto, cientos de
cadáveres humanos empezaron a aparecer por toda la ciudad. Nadie estuvo
preparado para la epidemia.
A consecuencia, Orán es puesta en cuarentena,
sitiada y asolada por una estricta vigilancia. Estaban atrapados con la
enfermedad, con la soledad, y finalmente, con la muerte.
¿Cómo reaccionarían si estuviesen encerrados
con un león hambriento, con un psicópata armado, en un campo de exterminio, en
un edificio durante un sismo, o con una persona contagiada de coronavirus?,
¿Cómo reaccionarían estando cara a cara con la muerte? Imagínense que esa
experiencia de encierro, angustia, soledad, impotencia, desesperación, pavor, incertidumbre,
paranoia, y desesperanza total la tuviera toda una ciudad.
En la novela, Camus desnuda la verdadera condición
humana frente a la tragedia. La ignorancia, la irracionalidad, el temor y la
indiferencia de los oraneses brota más rápido que la misma epidemia. La peste
moral resultó peor que la epidemia. Se dedicaron a velar por sus propios
intereses sin pensar en los demás. Gente que busca acumular descabelladamente
víveres, dejando sin que el resto tenga oportunidad de adquirirlos. La ciudad
termina desolada, vacía, oscura, muerta.
No obstante, frente a este panorama fatalista
y lúgubre, Camus asevera: “En el hombre hay cosas más dignas de admiración que
de desprecio”. Dentro de la oscuridad, una luz de esperanza mantiene encendida Orán.
El doctor Reaux, un médico que busca detener la enfermedad por todos los medios.
Se trata del personaje moral de la novela, el que está consciente de la
situación y trata de combatirla exasperadamente. Demuestra que, frente a la
tragedia, el ser humano es capaz de despertar nobles virtudes como el amor o la
solidaridad.
El final de la novela es esperanzador. Camus
nos hace ver que, pese a todos los males que pueden devastar el mundo, la fe en
la humanidad no debe ser perdida.
¡Cuán pertinente es La Peste en la actualidad!
No es el coronavirus la mayor amenaza para la humanidad; son la ignorancia, el
temor y la indiferencia. Bien dijo en la misma novela: “El mal que existe en el
mundo proviene casi siempre de la ignorancia”.
El ecuatoriano ha demostrado estar moralmente
enfermo. Hemos vaciado irracionalmente los supermercados, dejando desprovistos
de víveres de primera necesidad, tanto como alimentos, así como de alcohol
desinfectante, mascarillas, entre otros insumos que necesitan personas con VIH
o cáncer, adultos mayores y otras personas de grupos de atención prioritaria. Hemos
hecho caso omiso a las recomendaciones de expertos, reuniéndonos en eventos
sociales como fiestas, matrimonios, parques, o viajando en tour a las playas, o
retronando del exterior sin las debidas precauciones, exponiendo de esa forma a
ancianos, niños, mujeres embarazadas, personas con el sistema inmunológico
débil. Esto, sin dejar de lado a las grandes empresas que buscan lucrarse del
pánico social, vendiendo insumos higiénicos con precios triplicados o
realizando exámenes médicos en $300. No nos importa el resto. Bien dijo Hobbes:
el hombre es lobo del hombre.
Sin embargo, pese a existir personas como el
oranés indiferente e individualista, también existen personas como el doctor
Reaux, símbolo de solidaridad humana. Personas que siguen las recomendaciones
del sector de salud, que se provisionan racionalmente, que se aíslan
voluntariamente en caso de sospecha. Médicos que luchan a diario para salvar
vidas, aun sabiendo que corren el riesgo de contagiarse.
El ser humano es una paradoja viviente, capaz
de realizar los actos más vergonzosos como los más nobles; capaz de crear
campos de concentración, así como orfanatos; capaz de fomentar guerras, así
como campañas solidarias como las que levantamos luego del terremoto del 16 de
abril de 2016.
La novela de Camus nos invita a reflexionar
sobre nuestra condición humana. La humanidad adolece de un virus que ha matado
más que cualquier enfermedad. Pese al panorama desolador, al final vence la
solidaridad. Frente a la adversidad, debemos contagiarnos de conciencia, de
solidaridad, de conocimiento. Vencer a la indiferencia, el temor y la
ignorancia.
En momentos actuales, esta novela debe
llevarnos a reflexionar sobre nuestra actuación como sociedad. El dolor puede
ser una oportunidad para que el egoísmo surja, pero también una oportunidad
para que la solidaridad prevalezca.
Esta es una invitación a leerla y
reflexionarla. Que lleve a confrontarnos cara a cara con nosotros mismos sobre
nuestra conciencia, sobre nuestra condición, sobre nuestros valores, sobre
nuestra humanidad.
Termina la novela con la siguiente advertencia
que deberemos tenerla presente por generaciones:
“Oyendo los gritos de
alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está
siempre amenazada. Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que
se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece
jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la
ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas,
los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para
desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir
en una ciudad dichosa.”
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