“Quédate a morir en casa”: la realidad de los marginados











“Quédate a morir en casa”: la realidad de los marginados

Por: Paolo Vega (autor invitado)
Foto por: www.peru21.pe

"Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano" (George Orwell)

En necesario primero en tender que los problemas de la sociedad son poliédricos. Esto quiere decir que embiste sus diferentes facetas. En ese sentido, el problema del COVID-19 golpea distintas aristas de la sociedad, pues las consecuencias no solo se ven en la salud, sino también en lo económico. Los gobiernos deben entender esto y establecer soluciones para los problemas sociales. 
Los que viven del día a día y se encuentra confinados en sus casas por la cuarentena y el toque de queda, están condenados a la muerte. Si no mueren por el COVID-19, terminarán muriendo de hambre. Se ha condenado a estas personas a una figura que como sociedad rechazamos constantemente a través de las normas: a la pena de muerte.
Las convicciones son lujos de los espectadores. Solo quienes tienen una remuneración segura o propietarios de medios de producción pueden decir con serenidad “Quédate en casa”.
En cambio, el barbero, el albañil, el taxista, el payaso, el vendedor informal, el betunero, la señora que vende chuzos, el vendedor de lotería, el que vende caramelos en los buses, el venezolano que se las ingenia para sobrevivir en un país que les escupe, aquellos que siempre han sido marginados por el capitalismo salvaje son las víctimas silenciosas de esta pandemia.
El remunerado o propietario de medios de producción sólo debe preocuparse de no contagiarse. El marginado, no, pues no solo debe preocuparse de no contagiarse, sino de cómo deberá cubrir las necesidades básicas diarias de ellos y sus hijos.
El trabajo en estos momentos para ellos no es un derecho, es un crimen. Se encuentran solos, abandonados a su propia suerte. Sus casas ya no son hogares, son guetos, y nosotros, como sociedad, sus nazis. Ellos no pueden darse el lujo de decir “Quédate en casa”. No tienen más opciones.
Ellos no tienen Netflix, canchas deportivas personales o salas de entretenimiento. Sin trabajo no hay dinero, y sin dinero no pueden ir al supermercado. Si padecen de síntomas del COIVD-19, no pueden llamar a un laboratorio privado para que le realicen las pruebas a domicilio. No tienen para cubrir $300, valor que algunos laboratorios, aprovechándose de la situación, están cobrando. Deberán acudir a un hospital público, esperar 3 días para que los atiendan, corriendo el riesgo de que contagien o se contagien en caso de que no hayan padecido del virus. Ellos no tienen para comprar alcohol, mascarillas o un taxi que los lleve al hospital.
Esta situación crítica ha desnudado al capitalismo nuevamente: el capitalismo no es la solución para la desigualdad y por ende de la pobreza; es su causa.
¿Qué hacer? Lo mismo que hicimos durante el terremoto del 2016. Mientras el Gobierno desvío los fondos destinados para la ayudar a los necesitados por el terremoto dando discursos hipócritas de solidaridad y dolor, el pueblo, al igual que la viuda de la parábola de Jesucristo, dio hasta de donde ya no tenía: alimentos, ropa, hospedaje y mensajes de esperanza. Solo el pueblo redimirá al pueblo. Es el ciudadano común, el médico, los enfermeros, el trabajador cotidiano al que el empresario le roba utilidades por medio del maquillaje de los balances económicos, el ciudadano que no es popular ni mediático, el del que mañana se olvidarán y muchos no sabrán que existió. Ese es el que salvará al pueblo.
He visto en redes sociales a personas y sociedades civiles contribuir con alimentos a los más necesitados; aquellos que no pueden ejercer su derecho al trabajo porque deben quedarse en casa.
Que no sea un “Dios te bendiga” solo de boca, sino también en hechos. El apóstol Santiago en una de sus cartas exhorta a los feligreses de la iglesia del siglo I a ser cristianos solidarios. En ella reflexiona: “Hermanos, si uno dice que tiene fe, pero no viene con obras, ¿de qué le sirve? ¿Acaso lo salvará esa fe? Si un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse ni qué comer, y ustedes les dicen: «Que les vaya bien, caliéntense y aliméntense», sin darles lo necesario para el cuerpo, ¿de qué les sirve eso?”.
Pero esto es igual de importante: necesitamos un sistema económico solidario y humano, requisitos que el capitalismo no cumple. Que esta pandemia sirva como un martillazo a nuestras conciencias y nos revele cuán importante es una economía solidaria y humana, que pondere al ser humano sobre el capital.
Dependerá de nosotros que el “Quédate en casa” para los marginados de la sociedad lleve una carga de solidaridad y humanidad y que ese slogan ya no simbolice una tumba fría, vacía y oscura para ellos.




Comentarios

  1. Asi nos han acostumbrado, a decir Dios te bendiga pero que vea como...si, aunque parezca inaudito, el ser humano siempre sera mejor hablando que haciendo. Saludos Dr. Jose Arturo Flores A.

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