¿Quién mató a Marilyn? Autopsia de "Ruptura de los 25"






¿Quién mató a Marilyn?

Autopsia de "Ruptura de los 25"

 

Por: Luis Fernando Ávila Linzán.

Foto por: www.elcomercio.com 

 

“Monroe fue encontrada sin teñir su rubia melena desde hacía semanas, sin depilar, sin dientes -usaba pese a tener solo treinta años una dentadura postiza- y con el cuello amoratado e hinchado, según ha relatado los operarios Alan Abbott y Ron Hast -enterradores de las estrellas de Hollywood-. Según relatan, no pudieron casi reconocer que el cuerpo que yacía maltrecho, desnudo y envejecido era el de la increíble Norma Jeane Mortenson […]. Además, usaba dos "pequeños pechos falsos" para realzar los suyos y "dentadura postiza". El día en que la encontraron, ya con el rigor mortis de primer estadio…, estaba sin depilarse las piernas hacía semanas, sin ropa interior... El forense tuvo que hacer una reconstrucción del cadáver que le llevó varias horas para que se pareciese al icono del cine que todo el mundo adoraba, incluso tuvo que trabajar parte de su cuello para que apareciera "normal" el día del funeral.”

 

I

Hora de muerte

Este relato del diario digital “La Vanguardia” del 18 de junio de 2015, tomado del informe de autopsia de la diva, contrasta con la famosa escena de la película The Seven Year Itch (presentada al español como “La tentación vive arriba”) algunos años atrás, donde Monroe vestía un sexi vestido de blanco que luego fue levantado por el viento que salía de una rejilla del metro, todo en blanco y negro. Debe ser esta una de las escenas más famosas del celuloide de todos los tiempos. Marilyn tocaba el cielo con los dedos y el mundo de la farándula y la moda estaban a sus pies rendidos. Nada parecía estar mal hasta que apareció sin vida un 5 de agosto de 1962, aparentemente por una sobredosis de barbitúricos.

Este episodio de ascenso y caída resulta ser un buen símil para explicar la política mediática y farandulera de nuestros días, el ascenso y caída de las pop stars en las que se transforman los políticos en nuestros tiempos; por supuesto, con la diferencia que ellos no logran comprar sólo una “casita para su mamá”, sino verdaderos imperios construidos sobre la base de los cadáveres, la impunidad rampante, las lágrimas de los pobres y la confianza del pueblo. Por supuesto, esto no es un fenómeno nuevo, lo que es novedoso es la velocidad abismal con la que caen nuestros políticos hoy. Ya no existen estos patriarcas que duraban 40 años en la política como José María Velasco Ibarra. Mucho tiene que ver este fenómeno el desarrollo y globalización de los medios de comunicación que acercan a los políticos a los ciudadanos y, al mismo tiempo, los exponen al escarnio público y control estricto de sus actos. Un pecado que los políticos deben evitar, en este sentido, es tomarse fotos con cualquiera, pues puede ser que “ese cualquiera” el día de mañana resulte ser un peligroso narcotraficante, un pillo contumaz de recursos públicos o el acostumbrado “lleva y trae” que abundan en nuestra fauna política.

Sucedió que en 2011 María Paula Romo y Ruptura de los 25 se separaban del gobierno de Rafael Correa anteponiendo una línea ética por no haber apoyado el juicio político contra el entonces Fiscal General del Estado, Washington Pesantez, luego de varios cargos de abuso del poder y el escándalo de su esposa atropellando a una muchacha en un vehículo oficial; y, su desacuerdo con la consulta popular para la “metida de la mano en la justicia”. Algunos sectores decían que se trataba de una retirada estratégica, pues el correísmo había dado un giro conservador, y otros, que, simplemente, habían cerrado las puertas a este grupo al poderoso buró político que luego se transformó en el trono desde donde, en solitario, Rafael Correa gobernaría. Pero aquí no fue la hora de la muerte, pero sí de un coma político que llevó a este grupo al ostracismo y a que su movimiento político nunca sea reconocido oficialmente. No sólo les faltó poder político, sino el dinero para poder comprar las firmas necesarias en un país como el nuestro, donde el Consejo Nacional Electoral (CNE) no permite en su sistema informático que los ciudadanos podamos saber fácilmente que constamos en algún partido sin haber manifestado nuestra voluntad. No era aún la hora de su muerte.

Tampoco aquel día cuando la conocí. Realmente me impresionó su inteligencia, manejo de la escena y un cierto garbo. Cuando me hablaba de su Movimiento Ruptura de los 25 y me decía que debía suspender la reunión, pues estaban organizando la Convención Nacional, casi tuve la impresión que se traba del Partido de los Trabajadores de Brasil o el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Quedé gratamente sorprendido, pues hablaba de fundar una nueva ética política y de propiciar un cambio generacional; movía las manos y vestía como Bachelet y hacía gala de la misma sobriedad de Merkel. Era su mejor momento y varios sectores la veían como presidenciable. Había algo distinto en este grupo. Esta idea me daba vueltas en la cabeza en el evento que realizó días después en el emblemático Hotel Quito -antes de que lo rifaran a precio de gallina con peste a los chinos-, cuando, de manera como se ve en las películas gringas, se recolectaba fondos, extendiendo un recibo para registrar con transparencia el aporte. Como dijera Bucaram, “yo no lo sabía”, así que, básicamente, fui a calentar el hígado y a agitar la lengua gratis con las personalidades que estaban esa noche.

No fue, en todo caso, cuando sólo obtuvo 27 votos a favor de su candidatura a vicepresidenta en la infame terna de Lenin Moreno, luego de la tardía retirada de Otto Sonnenholzner, el chivo expiatorio de la pandemia de 2020, y de que el reparto de poder y los recursos estatales ya no era una estrategia efectiva en la cercanía de las elecciones de 2021 y ante élites para quienes el “gobierno de todos” ya no es útil. “Ruptura de los 25” le indujo al error a Moreno en su afán de permanecer en la palestra pública, pero el efecto fue el contrario: se hizo evidente el adagio popular de que “la carne podrida, tarde o temprano, apesta.” Pero la muerte ya había ocurrido, aunque los adulones y beneficiarios de las migajas del poder dijeran que la elección de la tercera de la terna era una “jugada de ajedrez”. “Ruptura” era desde hace rato un cuerpo embalsamado en espera de los honores de unas élites y sus medios de comunicación vasallos que ahora les dan las espaldas, y que hace tres años lo habían sacado de la cámara criogénica donde se habían escondido para limpiarse del correísmo. “El diablo paga mal a sus devotos” repetía el “hermanito” que, desde hace varios años, hace guardia en la entrada de la Asamblea Nacional con su consabida frase: “la voz del pueblo es la voz de Dios”.

La presunta hora de su muerte, a juzgar por los datos forenses, ocurrió aproximadamente en algún día del mes de octubre de 2019: las petequias morales y los restos de los manifestantes muertos por parte de quienes tenían la obligación jurídica y política de protegerlos. En vez de renunciar para acentuar su supuesta estirpe democrática, encarnó la represión alevosa de la fuerza pública y se transformó en la Ministra del Interior (“María Bala y Plomo” la apodaron en las redes sociales), cargo al que había llegado prometiendo, ingenuamente, implementar una agenda para proteger a las mujeres de la violencia. Se acabó la resistencia del aparato policial y se convirtió en su vocera y en el brazo ejecutor de los grupos de poder que le pusieron desde el inicio un marcapasos al gobierno de Lenin Moreno. Se aprendió, con facilidad, las líneas del nuevo Plan Cóndor y contestó con bala las demandas ciudadanas, mientras los tachaba de terroristas asalariados del correísmo y por el comunismo internacional. Su apuntador fue el Ministro Jarrín y el tramoyista, Moreno, quien llamó a quienes votaron por él, “zánganos”; acuartelado por la improvisada guardia pretoriana socialcristiana en la ciudad de Guayaquil. Romo no supo ver en el escándalo del uso de helicóptero policial, una advertencia de un sector de la institución molesto por la sanción al General Espinosa de los Monteros por hechos muy parecidos.

 

II

Causa de muerte

“¿Quién jodió al país?” era el slogan de un grupo de jóvenes que abrían la esperanza de dignificar la política ecuatoriana, acostumbrada a la componenda, al abuso del poder y usar al Estado para el beneficio personal y familiar. Un hito emblemático: los 25 años del retorno a la democracia. Empapelaron la opinión pública desde las redes sociales, y se presentaron como una “izquierda moderna y contemporánea”. Para aquella época, ellos hacían la pregunta; ahora, son ellos los socialmente interpelados. Surgieron en el tiempo que los partidos políticos estaban en peligro de extinción, y había un grave desgaste de todo el sistema político que desembocó en la breve “Comuna de París” que significó la revuelta de “los forajidos” y que llevaron al derrocamiento ciudadano de Lucio Gutiérrez. Eran tiempos, cuando las élites cambiaban al gobernante porque era un orate y bailarín sin remedio o huía dopado en un helicóptero desde el techo del Palacio de Carondelet, aunque eran el clasismo y el racismo las razones reales de estas movidas. Tal vez, por ello, calzaron exactamente en ese significante vacío que se llamó “nuevas izquierdas” que fue la plataforma para los modelos progresistas del socialismo del Siglo XXI, y en el proyecto político de la revolución ciudadana.

Una de las discusiones que marcaron el disenso entre Bakunin y V.I. Lenin (el original) fue la cuestión de la relación entre el movimiento proletario y el poder. Para el uno, buscar controlarlo para servir a los intereses populares era someterse a la lógica natural de opresión del aparato político, por lo cual era mejor la auto organización, puesto que el Estado era la representación secular de Dios. Tolstoi y Krapotkin prestaban praxis y metodología a la posición anarquista, lo cual luego inspiró a las organizaciones cooperativas y mutualistas durante la Guerra Civil Española. El otro, creía que sin una acción política para apropiarse del aparato de poder no era posible una revolución en términos reales ni efectivos. De acuerdo a esto, la falta de intereses sociales del proletariado sería la luz conductora de una nueva consciencia social y política transformadora. Es decir, si nadie tiene nada que perder, entonces, tiene todo por ganar. Ambos tuvieron razón a su manera, puesto que el anarquismo mantuvo la esencia libertaria y espontaneidad de la lucha social, pero no puedo jamás convertirse en una estructura estable ni viable; y, el marxismo llegó a construir un bloque mundial de contrapoder global y con aspiración hegemónica, pero no logró un régimen político distinto al Estado burgués, por lo cual el sistema soviético implosionó a finales de la década de los ochenta. Desde lo estructural, el poder corrompe, pero es necesario para la transformación social; y, el poder está disperso en la sociedad en el poder de autogobernarse, pero es el que hace carne en las instituciones el que permite los cambios sociales.

Tal vez, uno de los que pudo simplificar esta dicotomía es Gramsci, quien integró el carácter orgánico del partido obrero y la espontaneidad social para movilizar a todas las fuerzas sociales para hacerse de la hegemonía el ideal metafórico de “El Maquiavelo Moderno”. No obstante, su ideal fue derrotado por uno de los más abominables mecanismos de anulación social del poder burgués: la cárcel. El Partido Comunista italiano de los años 40 adoptó el catecismo estalinista para enfrentar la violencia fascista sin Mussolini. Los iluministas del Siglo XIX lidiaron dentro del Estado burgués esta dicotomía mediante el principio ético de la alternabilidad del poder. A partir de esto, una limitación del poder es evitar que una persona o grupo de personas se perpetúe en él. Y ello aplica a todos los regímenes. Por ejemplo, Gadafi dirigió una revolución popular de carácter islámico que terminó con el oprobioso boato de su séquito, la opulencia y el desperdicio de recursos por él y su familia, los excesos y el uso brutal de la violencia estatal para reprimir a los opositores. Tal vez, aquí está la clave para cualquiera que quiera acercarse al poder: tenerlo el menor tiempo posible y sólo para las necesarias transformaciones. Al poder hay que dejarlo cuando ya no sirva para las transformaciones, caso contrario, se convierte en privilegio y, tarde o temprano, y quien lo ejerce despóticamente terminan como Mussolini, Trujillo, Somoza, Ceaușescu, Pinochet, Videla o Husein.

La “Ruptura” se transformó, de pronto, de un grupo de amigos que eran vistos como cuadros técnicos durante el correato, a ejercer en el gobierno de Lenin Moreno, directamente el poder. Y sin tener legitimidad por el voto popular, se apropiaron de gran parte del control del Estado ante la inutilidad del presidente y devinieron en la bisagra política entre varias facciones que disputan ese control en el frente interno y los grupos económicos en el externo.

Posiblemente, algo más rupestre le pasó a la “Ruptura”. Lo que la sabiduría popular reza: “el poder saca lo peor de la gente”. Mucho más evidente es esto si pensamos en la “dependencia interna” de Ruy Marini, cuando el poder local se ejerce con referencia a un modelo que favorece a las élites y sus maneras coloniales. Normalmente, esta condición de la colonialidad (Quijano) del poder en nuestros países convierte a las personas con las mejores intenciones en, justamente, algo peor de lo que ellos combatían desde la sociedad civil o la periferia del poder. Al parecer, la “Ruptura” tuvo una muerte natural en el estanque de tiburones que está sostenido por los pilares de un sistema político colonial. No dejó el poder cuando las contradicciones de su gobierno fueron evidentes, al punto que, con tanto poder que tuvo, no pudo formalizar su movimiento político, como sí lo hicieron con menos estridencia, Ramiro Gonzáles (Avanza) y Gustavo Larrea (Democracia Sí). Pero, no obstante, sí hubo algunos factores que aceleraron su muerte, de esos, que “nuestros héroes de primera línea”, los médicos, llamarían “asesinos silenciosos”: la esclerosis cuántica del entorno íntimo del Lenin Boltaire, los altos triglicéridos de la rancia oligarquía agraria y de guayabera socialcristiana y la chulquera de Lasso; y, la elevada glucosa de la Embajada de los Estados Unidos, la CIA y el FMI. Siendo esta muerte, una con un raro sabor a magnicidio, se recomienda a la Fiscalía General del Estado, no cerrar la investigación, por si se llegue a descubrir algún “influjo psíquico” que constituya delito cuando el “gobierno de todos” sólo conste en Wikipedia.

 

III

Rigor mortis e inhumación

Aquel día, la Ministra dijo a los medios de comunicación que existía un mensaje de ultratumba de alguien que le advertía que le iban a hacer daño, con referencia a los audios que, por arte de magia, Ecuavisa hizo públicos un día antes de que la Asamblea Nacional realice la votación por la terna para reemplazar el cargo de “ministro permanente” -con o sin funciones- que el constitucionalismo ecuatoriano llama “vicepresidente”. En dichos audios, los asambleístas Azuero y Mendoza la mencionaban cómo la mano invisible reparte “los cariños” entre los comensales de turno de nuestra aldea política. Romo dijo que no iba a decir de quién era ese mensaje para proteger a este informante fantasmal y que lo haría materializar en una Notaría para incluirlo luego, si fuera necesario, en la investigación que la Fiscal General del Estado tuvo que iniciar ante la presión social. Este anuncio sonó más a amenaza al estilo de “si caigo, caemos todos”, que a un giro procesal para desvanecer las denuncias en su contra. La rigidez cadavérica de “Ruptura” había comenzado a hacer sus efectos y los gusanos de la tierra hacen fila, con distanciamiento social y un par de mentas para el tufo, para deglutir sus últimos despojos, puestos a la entropía del universo.

Nuestra ministra es ahora una redactora de tweets diarios para comunicar que la policía detuvo a un tipo que vendía marihuana en la esquina para sobrevivir, mientras sus colaboradores reptan en los pasillos del poder agonizante del “gobierno de todos”: Juan Sebastián Roldán, el discípulo amado de Romo, mencionado en varios negocios desde el Estado; Norman Wray, amo y señor del lugar más cercano al paraíso del país, quien no pierde la risa sardónica de Brendan Fraser en la película “Al Diablo con el Diablo” que lo llevó a ganarse menos del 1% del apoyo de los electores en su candidatura para presidente; y, Alexandra Ocles, quien pasó al purgatorio cuántico, luego que no pudiera justificar los kits de alimentos durante la pandemia, los cuales aún sin gluten y en un recipiente de piel de lagarto, padecen de sobreprecio.

Dos divas, al final, con un similar escenario forense. Nunca sabremos si Marilyn murió o fue asesinada; respecto de “Ruptura”, su muerte natural, favorecida por sus malos hábitos políticos adquiridos, fue fulminante, al punto que no fue necesaria una de las escazas “Unidades de Cuidados Intensivos”, que en las clínicas privadas cuesta 70.000 USD. Con ella, murió una importante oportunidad para democratizar y dotar de mínimos éticos a nuestra política de caciques, payasos, bailarines, gente de farándula, discapacitados, deportistas y diezmeros. ¿Pasarán, nuevamente, a una cámara criogénica? Nada raro, que revivan en el futuro en un país sin memoria y sin esperanzas. Paz en su tumba.


Comentarios

  1. Buena metáfora...solo desencaja el relato histórico de la lucha de clases y el fascismo...saludos.

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  2. Muy buena observación. Qué sugieres? Muchas gracias por el comentario

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  3. Hola, yo también creo que esta demás el tema de la lucha de clase y el fascismo. estoy de acuerdo que el problema en el Ecuador es la facilidad para olvidar. hay que temer que aparezcan de nuevo reciclados en algún lugar.

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    1. De acuerdo. Pero justamente, la naturalización de ese orden (alienación) posiblemente genera que los cuadros del progresismo se perviertan en el poder y que la gente olvide fácilmente y vuelva a elegirlos en un sistema de democracia burguesa.

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