Escribir desde el poder: “Octubre, la Democracia bajo ataque”
Escribir desde el poder: “Octubre, la Democracia bajo ataque”
Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto por: www.radiolacalle.com
"Todos los hombres reconocen el derecho a la
revolución; es decir, el derecho a negarse a la obediencia y poner resistencia
al gobierno cuando éste es tirano o su ineficiencia es mayor e
insoportable." (Henry David Thoreau)
I
La
historia la escriben los vencedores
Normalmente
quienes detentan el poder no escriben libros, salvo para presentar al caudillo
como un ser mesiánico y afectado por una inteligencia sobrenatural, como ocurre
con los 18.000 que escribió Kim Il Sung. El poder opera con hechos y actos de fuerza
que se justifican con leyes hechas a su medida o acomodadas a los intereses de
turno, y en el discurso coyuntural de quien abusa de los privilegios que otorgan
las instituciones a las autoridades. Posiblemente, el gobierno de Lenin Moreno
no sea distinto en ello a ninguno que le precediera. Así, no es raro que la oficialidad
policial con ocasión de la desaparición de los “Hermanos Restrepo” haya dicho en un
informe escrito que sus cuerpos fueron devorados por los “peces fluviomarinos”;
o, que el ex Ministro de Economía, ahora trabajando en un organismo acreedor
del Estado ecuatoriano a pesar de la prohibición constitucional, dijera que la
aplicación de las groseras políticas neoliberales era porque “la realidad
superó a la legalidad”.
El
texto que comento hoy ha sido comparado en las redes sociales con “Mi Lucha” que
fue escrito por Hitler. No obstante, esta no es del todo exacto, puesto que aquel
fue escrito desde la cárcel luego de un fallido golpe de Estado y que no
buscaba justificar nada, sino establecer las bases del futuro nacionalsocialismo
de Estado. El libro de María Paula Romo no tiene líneas argumentales ni
ideológicas ni un plan discursivo claro. Parece, más bien, una esquela de colegio
y nada tiene que con el Libro Rojo de Mao (1964) o el Libro Verde de Gadafi (1975).
Su
libro fue escrito por ella y Amelia Rivadeneira. Se ha acusado que fue
escrito por ésta última. No obstante, yo conozco su estilo de escribir, pues fuimos
compañeros de trabajo en el equipo asesor de Ernesto Pazmiño en la Defensoría
Pública, cuando el veto del proyecto para la despenalización del aborto en caso
de violación o la disminución de los recursos del presupuesto para la prevención
y erradicación de la violencia contra las mujeres, despertaba en ellas oposiciones
radicales, argumentos y activismo político, y no ese sordo silencio cómplice y
que huele a supervivencia, incoherencia y canonjía. A pesar de que en el texto
se habla de la Ministra en tercera persona, digamos que la autoría es legítima
y que se trata de un producto colectivo, incluso de oficiales de la Policía
Nacional, asesores y asistentes.
“Octubre,
la Democracia bajo ataque” es un trabajo, no obstante, que en partes, parece un
parte policial -por tanto, una verdad absoluta en la versión policial-, en
otros un pasquín con autoestima de reportaje y en otros, un informe de
rendición de cuentas hecho al apuro. Por ello, casi un 40% se utilizó para explicar
por qué era necesario que se elimine el subsidio a los combustibles. Y se cita
varios documentos técnicos, nacionales y extranjeros. No se dijo, por supuesto,
que estas medidas fueron intempestivas y sin políticas de mitigación del
impacto social de aquellas. Naomi Klein explica que esta estrategia del
neoliberalismo global es comparable con los electroshocks que se aplican como
un mecanismo medieval para, supuestamente, curar determinadas enfermedades mentales
(incluso, algunos comportamientos humanos que son considerados enfermedades
como la criminalidad, la homosexualidad y el consumo de drogas).
La
obra de la Ministra y su discípula busca construir el discurso del pueblo como víctima
del terrorismo y la democracia como el motivo para una respuesta violenta y
necesaria que, por cierto, se presenta como una defensa cínica de los métodos
policiales de abuso de la fuerza, y de los mecanismos de negociación mafiosa
con los actores políticos que usó el gobierno nacional con el fin de mantenerse
en el poder a pesar del rechazo social. Si existe una alegoría para la portada
más fiel al contenido, debería ser la foto de la portada de la Revista de Mariela
donde la Ministra usa una blusa con una mujer con su ojo reventado y el rostro
desecho, o la foto y video con la soldadesca policial a sus espaldas para
amenazar a la Asamblea Nacional ante el juicio político en curso y donde dijo
que va a contar las “verdaderas razones” de su posible censura y destitución.
No
obstante, sí se parece al escrito antisemita y anti masón de Franco y que se
tituló “La Masonería” (1952) y firmado bajo el seudónimo Jakim Boor. Hay en el libro
un marcado desprecio a lo popular y un discurso macartista propio de la Guerra
Fría. Al leer con atención, se nota el apuro por contestar la obra que se estuvo
gestando por varios sectores sociales “El Estallido”. La idea era que, al igual
que se busca ocupar el espacio público en una protesta social para inocularla, mover
a la opinión pública en contra de los candidatos opositores a Guillermo Lasso, e
intentar apoyo ciudadano a la tesis del gobierno ante el juicio político, a
pesar de que Lenin sólo dice que la va a extrañar en su gabinete, pero ya ni
siquiera él mueve un pelo en la agonía de uno de los peores gobiernos de la historia.
La
historia, de acuerdo a Walter Benjamin, es un espacio en disputa entre la barbarie
y la civilización, pues al tomar la idea de Vico, el ser humano es un sujeto
histórico. Pareciera que esto coincide con la famosa máxima de Orwell y que la
hizo famosa Churchill durante la Segunda Guerra Mundial: “la historia la
cuentan los vencedores”. Lo sucedido en octubre representa, no obstante, un discurso
y hechos políticos aún en disputa. Lenin se mantuvo en el poder, los sectores
sociales y el Movimiento Indígena cedieron terreno en un proceso de show
mediático donde lo que se logró fue la derogatoria del decreto que eliminaba el
subsidio a los combustibles, pero las condiciones políticas de fondo siguieron
iguales y se calcularon ante las elecciones presidenciales de 2021.
“Octubre,
la Democracia bajo ataque” es un testimonio escrito desde el poder de esta
disputa política. En consecuencia, es un texto fraguado desde la justificación
y la acusación, desde la prepotencia y el ridículo.
II
Octubre,
un discurso en disputa
Lo de
octubre 2019 no fue un hecho aislado y tiene raíces más profundas que lo que plantean
las autoras. Fue el resultado de un desgaste de las instituciones que no
comenzó con este gobierno, sino que arrastra la frustración de los ciudadanos frente
a una clase política corrompida y oligárquica acumulativa. Y esto no es un
fenómeno local, sino global. También, lo es la respuesta a la crítica y resistencia
social desde los aparatos de seguridad y de gobierno. Hay una restauración
conservadora en toda la Región ante el descontento social. Así, en ese mes tuvimos
procesos de amplia protesta en Chile, Colombia y Bolivia. Los efectos y estrategias
fueron parecidos: muertos, pérdida de órganos principales, heridas discapacitantes
y el control de los medios de comunicación y redes sociales. Es evidente que
las élites no están dispuestas a ceder y las instituciones son utilizadas en
contra de los ciudadanos. Por supuesto, en el discurso del poder, se trata de
hechos coyunturales, apetencias electorales de los sectores progresistas y la
violencia natural de un grupo de desadaptados. Por ello, la defensa de sus
intereses y privilegios se transforma en la defensa de las instituciones, y la
defensa de su responsabilidad se convierte en la defensa de una víctima del
terrorismo. Quiero evidenciar qué hechos políticos están en disputa desde la
perspectiva del poder y que se presenten en el libro de María Paula Romo y
Amelia Rivadeneira.
(1) El
origen del conflicto. De acuerdo a la versión del gobierno, la respuesta “violenta”
fue desmedida frente a un simple tecnicismo que, además, era para destinar los
recursos del subsidio de los combustibles a la política social (escuelas y
hospitales). No obstante, cuando al gobierno se le gastó el discurso de que la
administración anterior no le dejó “la mesa servida” y, más bien le heredó una
enorme deuda pública, a pesar de que varios organismos internacionales dijeron
lo contrario; debía iniciarse el camino para la implementación de reformas neoliberales
acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ese escenario de crisis
ficticia llevó al Ecuador de regreso al rebaño de los bancos multilaterales.
Pero el objetivo no era aumentar la liquidez del Estado, sino comprometer al siguiente
gobierno en el caso de que no sea de signo político.
De
acuerdo, el subsidio distorsiona la economía y beneficia a los transportistas y
no a los ciudadanos. Sin embargo, un gobierno democrático debe sustituir este
subsidio por medidas de compensación social y de manera transparente y planificada,
no mediante medidas de shock que buscan paralizar a los sectores sociales y
políticos progresistas. Pero los primeros en salir a protestar fueron los
mismos transportistas. En el libro se admite, con descaro, que se negoció el alza
del pasaje que no se había realizado en “16 años” a cambio de que depongan la protesta.
Ellos no eran los violentos, sino patriotas desinteresados que habían sacrificado
sus ingresos desde hace “16 años”. No se menciona a sus dirigentes, cuyos
procesos penales por los mismos delitos que luego se utilizarán contra el
pueblo, están en el baúl de los recuerdos.
Luego,
de este acuerdo, los manifestantes planearon un golpe de Estado. En este punto,
las autoras diferencian los actos heroicos para sacar a tiranos del poder con
movilización social y acuerdo de los partidos políticos (Abdalá Bucaram y Lucio
Gutiérrez), y golpeteo a las puertas de los cuarteles militares, de los golpistas
de octubre.
Nada
se dijo del manejo irresponsable de la crisis política por parte de las
autoridades del gobierno, quienes echaron la culpa al correísmo, a una supuesta
trama de gobiernos castro chavistas (Cuba y Venezuela), y llamaron a los manifestantes
“zánganos”. Tampoco se escribió sobre los actos de hostigamiento ni de
provocación desde varios voceros del gobierno. Hubo, además, un cerco mediático
respecto de las versiones de los manifestantes que eran de todo tipo, entre
estudiantes, ciudadanos, trabajadores e indígenas. No hay que olvidar que,
incluso, procesos revolucionarios se han encendido con una chispa que luego se
convirtió en una llamarada. El gobierno de Lenin Moreno tuvo que estar al borde
de caer para derogar sus medidas. ¿Era necesario tener tantos muertos y heridos,
daños económicos para recular? Las autoras presentan la crisis como una necedad
de no dejarse de los enemigos que ellos mismos se crearon. Bueno, esa necedad dejó
varias familias en la orfandad y algunos ciudadanos mermados en sus capacidades
físicas.
(2) La
naturaleza de la violencia. La violencia que se presentó en los medios de
comunicación y en el discurso del gobierno fue la de los manifestantes. No
obstante, las redes sociales fueron importantes para desenmascarar los
intereses en juego. Pero tampoco fue responsable esta situación, como tampoco
la del medio que envió a un periodista por fuera de cualquier protocolo al Ágora
de la Casa de la Cultura y fue luego agredido. Se le dio una cobertura en el
libro al supuesto secuestro de policías -entre ellas, mujeres que supuestamente
fueron abusadas-. ¿Pero si el gobierno había cerrado todos los canales de diálogo
e imponía a la fuerza sus medidas económicas, qué otras salidas quedaban a los
ciudadanos? Es el Estado el responsable de la seguridad de las personas y tiene
el rol de cuidado en una protesta social. Los ciudadanos son la parte débil en
esta relación jurídica. En consecuencia, el manejo de la violencia es
responsabilidad del Estado y no de los ciudadanos. Si el gobierno se mantenía
en su posición de fuerza de que no se iban a derogar las medidas y de que
existían medidas de compensación que tampoco era populares, la responsabilidad
política y jurídica es del Estado y no de los ciudadanos.
Si
usamos una metáfora de la teoría de género, posiblemente a las autoras que
dicen ser militantes de aquella, puedan entender: si el hombre que ejerce el
poder patriarcal, por lo cual socialmente se lo considera superior, y maltrata
a su pareja de todas las formas, y ella reacciona contra esa violencia; ¿es
ella necesariamente la violenta? Si leemos a Lagarde, incluso, esta violencia iría
más allá de la violencia patriarcal. Si una persona que vive en un contexto de
violencia, responde con un acto violento, ¿es completamente responsable? Si
esta violencia es ejercida por el ente que tiene la obligación de garantizar
derechos, es ilegítima; y, la violencia de los ciudadanos, en gran parte, es su
responsabilidad.
(3) ¿Quién
es el culpable? El discurso más superficial del libro es “todo es culpa del
correísmo”, que tanto le funcionó al gobierno y a los opositores del ex presidente
Rafael Correa. Tan útil fue que permitió reemplazar a dedo a las autoridades de
control y de justicia, aplicar todos los ajustes neoliberales que en otras épocas
habían sido imposibles, enjuiciar a los correístas en procesos plagados de
violaciones del debido proceso e intervención política directa, entregar el
poder a las viejas oligarquías directamente, revivir a algunos muertos
políticos entre los que destaca Abdalá Bucaram, Oswaldo Hurtado y Alberto Dahik,
y la anacrónica élite sindical; y, elevar el tradicional amarre, la corruptela
descarnada y la viveza criolla como política de Estado. Usaron el mismo mecanismo
comunicativo del anterior gobierno “amigo-enemigo”. Y este mecanismo pervirtió
a varios académicos y actores políticos sobre los que se tenía vivas esperanzas
de cambio social en favor de los oprimidos.
En
el libro se presenta a Nebot y Viteri como filántropos de safari y sin ningún interés
al darles posada durante la crisis en Guayaquil, y no como una mafia que gobernó
con ellos junto con su actual candidato, Guillermo Lasso. Se omitió hablar de
sus posturas clasistas y racistas, y el silencio cómplice de Lasso que se buscó
lavar en la recolección viralizada ficticiamente de vituallas durante la pandemia.
El resto de la obra de las autoras es para explicar que el correísmo intentó
tomarse el gobierno por la fuerza. ¿Era esto posible? Pensemos el escenario
ficticio. Lenin caía a finales de octubre y la Asamblea Nacional se reunía oficialmente
para nombrar al presidente interino. Imaginemos que usaban la viveza jurídica como
fue con Lucio y declaraban el “abandono del cargo” por no estar en Carondelet.
¿Tenía el correísmo posibilidades de nombrar presidente interino? Aún con el
bloque morenista de Alianza País, no hubiera sido posible. Un eventual acuerdo
entre PSC, CREO y RC hubiera puesto al interino. Por supuesto, quien más
hubiera capitalizado políticamente era la facción llamada “mariateguista” por
las autoras del Movimiento Indígena, y posiblemente, ante el adelanto de elecciones,
hubiera tenido mayores posibilidades que las que tiene al candidato del sector
moderado del Movimiento Indígena y electo formalmente por Pachakutic. En este
contexto, ¿tenía sentido que el correísmo quisiera propiciar un golpe?
A
la larga, valdría postular el aforismo “los golpes de Estado los dan las
oligarquías; y, las revoluciones las hacen los pueblos”. En la crisis de
octubre eso fue evidente, las élites cerraron filas para oponerse,
violentamente si era necesario, a todo proyecto que afecte a sus intereses. Por
una parte, no podía darse más espacio a sectores reaccionarios y radicales, por
eso se los llevó astutamente a una mesa de negociación; y, por la otra, era indispensable
enviar un mensaje político al correísmo de que esos sectores también afectar su
propia supervivencia.
Por
eso, el libro está plagado de lugares comunes y apreciaciones que parecen
chismes de café que versiones posibles de la realidad. Se dice que el incendio
del edificio de la Contraloría General del Estado fue perpetrado por un grupo alto
nivel contratado por el correísmo -casi “los magníficos”-, que se organizaron
por los comités de la revolución de inspiración cubana, y que hubo una
estrategia en redes para desestabilizar al régimen. Recuérdese que un grupo de
venezolanos fueron detenidos acusados por la Ministra de ser contratados por el
chavismo y del “viento revolucionario” de Diosdado Cabello. Su caso fue silenciado
y misteriosamente resuelto.
Pero
no se presentó nada sobre las dudas de todos los procesos de investigación, de
cómo, estratégicamente, fueron acorralados los manifestantes en ese espacio y
que varios agentes y funcionarios dijeron que se trataba de un auto atentado.
En todo caso, ninguno de estos procesos pasa de la investigación e indagación
previa luego de un año de ocurridos los hechos. Se da tanta información como si
fuera una historia de Agatha Christie, y hasta el momento no hay ni un solo
indicio ni detenido. Además, los documentos que se quemaron tenían, de acuerdo
a la autoridad de control, respaldadas electrónicamente. Justo en esta parte, el
relato se intenta construir para culpar al correísmo. Poco faltó para dar el
número de los expedientes afectados. De ser verdad que se buscaba sofocar con
fuego la investigación de actos de corrupción del anterior gobierno, en ese
edificio quemado estaba el prontuario de toda la historia de corrupción de toda
nuestra historia republicana. Este “reseteo” beneficia a toda la clase política
nacional, a sus títeres y testaferros. El toque circense de esta parte del
libro, realmente, da asco.
(4) No
hay abuso de la fuerza. A pesar de los llamados de atención de la Comisión
Interamericana sobre la posibilidad de que exista un uso abusivo de la fuerza policial,
el discurso de las autoras es de que no existió abuso de la fuerza. El argumento
central es que no se usaron “armas letales”. Vale decir, no se disparó un arma
de fuego. Incluso, de manera poco inteligente, se intenta decir que las muertes
fueron por responsabilidad de los afectados y de los manifestantes. En esta
parte, el libro parece un parte policial que, a la larga, es la verdad procesal
que se convierte en sentencia en un sistema de justicia debilitado y corrompido.
Se
puede matar con armas no letales. Algunas de las muertes y graves heridas
fueron ocasionadas por las latas de las bombas lacrimógenas que, curiosamente,
fue parecido a lo ocurrido en Chile en esos mismos días. INREDH y la Defensoría
del Pueblo han documentado cada una de las muertes y los daños graves provocados,
y allí se da detalles que no son de interés de la justicia penal. En el libro
se intenta deslegitimar a la Defensoría por un error en la identidad de uno de
los afectados, pero sobre lo de fondo la omisión es vergonzosa.
En
la obra, se establece que el uso estratégico por el correísmo de las redes
difundió noticias falsas, lo cual aumentó la animosidad contra la fuerza pública
y el gobierno. Gente pagada por el correísmo que se infiltró entre los manifestantes
y mentiras que se convirtieron en verdad en medio de la confusión. Dos cuestiones
al respecto de esto. Primero, ¿quién tiene más poder de maniobrabilidad de
medios y redes sociales que el Estado? Gran parte de estas mentiras fueron
promovidas por el mismo gobierno: el tanque de gas que explotó -supuestamente,
una estrategia de las FARC para propiciar miedo-, las policías violadas, los
ciudadanos armados con palos para combatir a los violentos, los explosivos
peligrosos y los escudos de cartón que daban a notar que hubo un plan
deliberado para tumbar al gobierno desde el correísmo. Nadie en su sano juicio
puede pensar que estas “noticias” sí son verdaderas sólo porque las defiende el
gobierno. Y, segundo, aún si suponemos que eran falsas, ¿no es responsabilidad del
gobierno dar noticias oficiales? En medio de toda la crisis, el mismo gobierno
dejaba de informar y de desinformar con el apoyo de los “medios independientes”,
conectando los miedos de la gente y sus intereses políticos de coyuntura y supervivencia.
En
todo caso, en esta parte, nada raro que no sea propio de la impudicia y
desesperación de quienes ejercer el poder. La culpa siempre es de quien sufre
el abuso del poder y toda violencia se justifica por el bien de los propios
agredidos. Me recuerda mucho a los justificativos de la violencia contra las
mujeres, de la cual se han olvidado sus lecciones las autoras de este panfleto:
“es por tu bien”, “es para que aprenda a respetar”, “para que tenga buenas costumbres
y se porte bien”, “para que aprenda quien manda”. De estas lecciones, a las
autoras sólo les queda la sensación de que toda la crítica y oposición a María
Paula Romo es porque es mujer y no se acostumbran decirle “Ministra” y no “Ministro”.
Al menos, eso fue parte de la “magistral defensa” que los 4pelagatos, cheerleaders
del gobierno- vieron en la Ministra ante la Comisión Disciplinaria de la Asamblea
Nacional.
III
Escribir
desde el poder
Escribir
desde el poder no es sólo contar con todos los recursos para hacerlo: asesores,
correctores, diagramadores, medios de comunicación, etc. Toda la institución
para sacralizar la verdad oficial que cuenta la máxima autoridad. Por esto, en
la mayoría de casos, estos esfuerzos tienen fines de propaganda y de fortalecer
el “perfil intelectual” de la autoridad. Hubo un Contralor General del Estado que
hizo 4 maestrías en 2 años, y recibió varios reconocimientos internacionales
por haber sido electo con el puntaje perfecto de 100/100. La vanidad es el primero
motivo por el cual se escribe desde el poder, por eso se publicaron los ensayos
y poemas de Mussolini escritos antes de su ascenso al poder.
Pero,
ciertamente, el mayor motivo es el afán de justificar. Normalmente, se lo realiza
en toda la gama de actos del Estado que van desde decretos hasta comunicados de
prensa y videos promocionales. Tal vez, por esto, creo que el texto de María
Paula y Amelia tiene algún mérito. Es un sincero deseo de justificar lo
injustificable, pero la ventaja de ser la verdad oficial y la que tiene un
impacto en los ciudadanos. Por lo tanto, escribir desde el poder siempre será un
discurso conservador y tramposo, pero sometido al escrutinio público y de la
historia.
En
estos momentos, la Ministra enfrenta un juicio por faltas que no son las más
graves de las cometidas en octubre de 2019, pero que abrirían, de ser censurada,
el camino para que en el futuro cercano sea juzgada por leyes humanas y por la
historia. Escribir desde el poder y para justificar lo injustificable, es en sí
mismo, un acto de violencia política.
Y la verdad que lastima saber que gente de esta calaña trabajó junto a Ernesto; sobrevivir al acomodo por supuesto por un buen sueldo y otras canongíasr, sin dignidad, debería a estos personajes al menos provocar algo de incomodidad, claro si sus principios fueran mucho más sólidos que su apetencia por el dinero. Feclicitaciones Luis.
ResponderEliminarEs verdad. El poder, posiblemente, el poder saca lo que realmente somos...Un abrazo,
EliminarQue excelente análisis!! Gracias Luis por dar claridad a las mentiras plasmadas para justificar lo sucedido en Octubre 2019.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un fuerte abrazo
EliminarVíctimas de la Romo:
ResponderEliminarhttps://m.facebook.com/story.php?story_fbid=1276918969326917&id=100010264777925
Hay que estar siempre del lado de los que sufren los abusos del poder
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