¿Qué nos jugamos?: análisis de coyuntura, elecciones presidenciales del Ecuador 2021
¿Qué nos jugamos?: análisis de coyuntura, elecciones presidenciales del
Ecuador 2021
Por: Luis Fernando Ávila Linzán.
Foto por: www.abc.es
I
El
contexto polarizado y una candidatura desinflada por inercia
Las elecciones
de 2021 son cruciales por dos razones. En primer lugar, porque se puede
consolidar o detener el movimiento del péndulo hacia el progresismo en América
Latina. Volvieron en Argentina y en Bolivia y con mucha fuerza. El proceso
argentino se ha pragmatizado aprendiendo de los errores del pasado, y en Bolivia
se mantiene un modelo económico y social que comienza despertar admiración más
allá de las ideologías. México, en medio de algunos problemas de liderazgo, avanza;
y, Brasil parece preparar el retorno de Lula. ¿Ecuador es aún una incógnita a
pesar de que Andrés Arauz lidera todas las encuestas, incluso las más dudosas?
En
segundo lugar, por aquello que está en juego: un modelo de intervención del Estado
o uno en el que es el libre mercado y las empresas quien empuja el desarrollo.
A esta idea volveré al final.
Por
supuesto, la estrategia de los sectores conservadores del país ha sido errática
y contradictoria, pero lo más importante es que no pudieron constituir una
alternativa política a lo que se ha denominado “correísmo” que, para despersonalizarlo
y plantearlo en términos más estructurales, le he llamado en otros trabajos “progresismo”.
Durante el gobierno de Lenin Moreno se aprovecharon de la falta de liderazgo y
apoyo político de su propio partido, Alianza País, el Partido Social Cristiano (PSC)
y el Movimiento Creando Oportunidades (CREO), una facción del Partido Socialista
del Ecuador (PSE), y el colectivo político “Ruptura de los 25”, simplemente “RUPTURA”
o ahora CONSTRUYE, y una serie de personas vinculadas a estos grupos: María
Paula Romo (seguridad y política), Oswaldo Jarrín (defensa externa), Otto Sonnenholzner
(todólogo), Richard Martínez (economía y finanzas), Carlos Michelena (comunicación),
Johana Pesantez (jurídico), María del Carmen Maldonado y Hernán Salgado (justicia),
César Litardo (legislativo), José Valencia (servicio exterior) y Pablo Celi (control);
para implementar un programa neoliberal acordado con el Fondo Monetario Internacional,
la administración de Donald Trump en los Estados Unidos de América y el Grupo
de Lima -apoyado por Luis Almagro en la OEA-; y, acogido por los sectores empresariales
y los grandes grupos económicos y transnacionales en sectores estratégicos.
Resulta
evidente que Jaime Nebot y Guillermo Lasso fueron parte de este gobierno, pero
sin aparecer directamente. La receta neoliberal, no obstante, fue la misma que
la de los noventa: medidas psiquiátricas de shock al estilo evidenciado por Naomi
Klein, despidos masivos y destrucción de toda política social y medidas de
austeridad; y, cumplimiento de condiciones políticas y económicas para
desembolso de créditos externos, y respuesta militar-policial a las
manifestaciones sociales de rechazo a las medidas. Todo esto se puso en escena
en las manifestaciones sociales y las graves violaciones a los Derechos Humanos
sin precedentes que se dio en las jornadas de octubre de 2019, cuando el
Movimiento Indígena y varios grupos ciudadanos emergieron como focos de resistencia
que pusieron al gobierno ante las cuerdas. No se logró el objetivo y el
gobierno se mantuvo mediante prebendas, negociaciones a puerta por debajo de la
mesa, compra de voluntades políticas y un baño de sangre vergonzoso. Sin embargo,
apareció una novedosa estrategia en todos los niveles: la polarización
política.
Esta
estrategia desempolvó los anacrónicos manuales de seguridad nacional de los
años 60 y 70, y el uso de los medios y redes sociales para polarizar. Uno de
los rasgos, de esta manera, de la realidad actual que ha sido advertida por
Bunde y Han en varios trabajos, aparece en el contexto político regional, esa
necesidad de diferenciarse y usar los medios tecnológicos para confrontar. El fin
de esto, que la polaridad permita la emergencia de modelos autoritarios, los
cuales aparecen como necesarios para el mantenimiento de un orden de miedo,
ficticio y hábilmente creado previamente. Aquello permite algo que he
denominado “restauración conservadora”, que provocó una respuesta impensada en
las manifestaciones de 2019 en Chile, Bolivia, Colombia y Ecuador, y el apoyo
inverosímil a los golpes de Estado “blandos y democráticos” de Bolivia (Añez),
Brasil (Bolsonaro, luego de la destitución de Rousseff) y Venezuela (Guaidó).
Por
ello, se presenta la problemática nacional ante las elecciones de 2021 en
Ecuador entre un régimen comunista-castrochavista vs. el régimen de libertades
y prosperidad; entre los corruptos y los impolutos; y, entre los violentos y
los protectores del orden social. ¿Qué tan cierto es esto? Si vemos el ideario
del socialismo del siglo XXI de Dieterich y todos los análisis y teorías que
ello generó durante la primera década de este milenio, nada tan alejado de la
verdad. Si se hace un balance, se trata de un socialismo democrático cercano al
de Proudhon del Siglo XIX, por lo cual, se entiende que los modelos de esta corriente
despierten tanta admiración en Europa. Todos estos modelos, más allá de la
retórica revolucionaria, no plantean la sustitución de la democracia liberal ni
la economía de mercado. Incluso, en el caso de Venezuela es posible afirmar
aquello, cuya desgracia ocurre por ser la primera reserva de energéticos del planeta.
Se ha dicho, no obstante, que esta tendencia ha generado modelos autoritarios y
populistas. Es innegable que esto ha ocurrido, pero no, necesariamente, es exclusivo
de esta corriente, sino que responde a la debilidad de las instituciones, a la colonialidad
social y la ausencia de estructuras políticas de masa que racionalicen la política.
La evidencia de esto es Uruguay y menor medida Brasil y Argentina, donde este vicio
ha ocurrido menos.
Luego,
la corrupción supone la corrosión total de las instituciones y el tejido social,
de donde emerge la ley de la selva y la vivez criolla. No obstante, ello depende
en países como el nuestro de quién tiene el control de la justicia y los
organismos de control, ello crea este discurso entre los “buenos y los malos”
que se asemeja a la cultura del lejano oeste. Entonces, esta política amigo-enemigo
que fue tan exitosa para el progresismo en América Latina, ahora se usa contra
quienes no tienen el poder. Así, quienes ahora son tachados de corruptos y han
sido sentenciados con procesos folclóricos y de un exotismo sinigual, mañana
serán los buenos que tacharán a quien ya no tiene el poder de forajidos y
corruptos.
Finalmente,
es fácil acusar de violento a quien no tiene poder alguno. ¿Qué otros recursos
quedan si el sistema político no da respuestas y prefiere mirar hacia otro lado
ante las necesidades reales de los ciudadanos?, ¿qué otras posibilidades tenemos
los ciudadanos de a pie si quién tiene la obligación de protegernos nos
responde con bala ante nuestros reclamos? Quien administra el poder tiene el
rol de cuidado siempre y es responsable de los daños siempre, mucho más si
provoca a quienes reclaman y aplica la violencia estatal, como única formalmente
legítima, a los requerimientos sociales. Así, que tampoco se trata una lucha
contra peligrosos bárbaros del páramo ni de guerrilleros correístas ni de radicales
islamitas la cuestión política de nuestros días.
Ante
todo esto, la candidatura de los sectores conservadores de Guillermo Lasso se
cae, justamente, porque en la coyuntura resulta evidente su corresponsabilidad con
el gobierno de Lenin Moreno. Por supuesto, algo de esta responsabilidad afecta
al candidato Andrés Arauz, pues inicialmente apoyaron este gobierno de dudoso
origen electoral, pero ello es entendido por los votantes, puesto que estamos
acostumbrados al cambio de roles y el drama, de traiciones y componendas de las
novelas mejicanas de turno, y que dibujan parte de nuestra cultura política. Así,
el mote de “traidor” le queda claro a cualquier ciudadano y ha sido explotado,
exitosamente, en el discurso político de Rafael Correa. Pero es más difícil para
Nebot y Lasso sus expresiones clasistas, racistas y hasta machistas, sus intervenciones
y silencios, su apoyo y control durante el gobierno cuántico. Nadie olvida el
proceso transitorio del Trujillato que puso a dedo a las autoridades de control
y de justicia para el giro conservador de la otrora “revolución ciudadana”, en
medio de los errores de un bobalicón, pero astuto, presidente con discapacidad política.
Luego,
la ceguera de los sectores conservadores y la tozudez de sus dirigentes, al
insistir en Guillermo Lasso, un candidato antipático y artificial, y sin ningún
carisma, presentan a un postulante que se desinfla por inercia política. Por eso,
lo exponen poco, ocultan sus problemas médicos, maquillan su acento de aniñado
de nuevo rico en ascenso en la oligarquía porteña y su natural petulancia con
spots invitando a la población a tomar cerveza los domingos y que voten por él,
pues ya no podemos caer más bajo: “¡Ya qué chucha!” Lo de fondo es que nadie
quiere a los banqueros, pues los ven como el rostro visible del miserable y
avaro de Ebenezer Scrooge. En esto, mucho ha ayudado las películas de Disney
que explotan esta dicotomía de clase, entre explotados y explotadores, de
Dickens y los Hermanos Greene que ha sido tan exitosa en los relatos sociales
de la modernidad.
En
todo caso, en estas elecciones nos enfrentamos a un peligroso escenario de polarización
social y política que es la estrategia que encubre el intento de dar un giro
conservador a la política regional.
II
Radiografía
política de los candidatos
Voy a hacer
un esfuerzo por analizar por bloques a los candidatos tomando, para didáctica expositiva,
la estructura de las eliminatorias para el mundial de Qatar.
1. Primero
el bloque de clasificación
Andrés
Arauz,
candadito apoyado por Rafael Correa y gran parte de sus simpatizantes, emergió
como una figura desconocida y sin pasado político, con un gran perfil académico
y de la típica clase media alta, casado con la hija del defenestrado Rector de
la Universidad Técnica de Manabí, Vicente Véliz. Sus opositores lo acusan de
haber aprobado el endeudamiento agresivo con la banca y las empresas chinas, y
se burlan de su aspecto físico y sus gestos, denuncian su oposición a la dolarización
y su instrumentalidad frente al liderazgo de Correa. Han intentado posicionar
el ideal de que se trata de un tonto útil. El voto duro del correísmo que alcanza
al 20% es inmune a este discurso, pero cala profundamente en la clase media,
especialmente, la que está internalizada por las redes sociales y los medios de
comunicación. Sin embargo, estas capas medias no son determinantes ante la
cultura de los ecuatorianos de votar por afectos. Ante esto, la estrategia se
reproduce por sí misma: la obra pública, las políticas sociales, la seguridad
de mano dura y, especialmente, estabilidad política y la capacidad de respuesta
a las necesidades. Esto hace inmune parcialmente al electorado de las burlas
por la incapacidad de didáctica política e inexperiencia de Arauz para explicar
lo relativo a los 1000 dólares para el millón de familias.
Luego,
los errores estratégicos de la Alianza CREO-PSC y del propio candidato Guillermo
Lasso, quien tiene una resistencia natural de inicio, han aumentado las
probabilidades de que gane en primera vuelta. ¿Cuáles son estos errores?
Primero,
la sobrexposición mediática y la impostura de imagen de Lasso resultó contraproducente.
Los electores ecuatorianos apoyan lo auténtico, un ejemplo, de ello es el imbatible
monopolio de la cerveza pilsener en el imaginario colectivo. Se equivocan los
publicistas al querer maquillar a lo que no es auténtico. Segundo, el afán del
debate no tiene sentido en una sociedad que no está acostumbrada a debatir,
sino a confrontar y al escándalo. Finalmente, estos debates sumaron votos gratuitos
a un desconocido Hervas y Isidro Romero. En este último caso, por sus posturas
de gamonal y el mismo circo al que estamos acostumbrados. Ambos, quitaron votos
de Lasso y menos de Arauz. Tercero, la falta de acuerdo y ambigüedad en la
escandalosa exclusión de participar de Álvaro Noboa, empujo a los indecisos de
los sectores populares a votar por Arauz, pues perciben la mano del PSC y CREO
en el miedo a que participe este señor a quien permiten entrar al Club de la
Unión por su dinero, pero que no es del gusto particular de la oligarquía financiera.
Aquí es notorio el desacuerdo entre la derecha agro exportadora a la que
representa Noboa y la empresaria-banquera en la que se suben Nebot y Lasso. Y,
cuarto, las propuestas de “última hora” que proyectaron el miedo a perder las elecciones
y que, de haber segunda vuelta, no pasarían: salario básico de 500 dólares, la
renta de 700 dólares de Lenin Moreno, y el apoyo adelantado a Yaku Pérez si
pasa “de milagro” a segunda vuelta. Todo esto proyecto miedo y debilidad que en
política no son virtudes en un país acostumbrado a liderazgos fuertes y al
discurso fogoso.
En
el camino, Arauz ha ido aprendiendo de la política sobre la marcha y Correa ha
disminuido su carácter tutelar sobre su candidatura. Tiene grandes posibilidades
de ganar en primera vuelta.
Guillermo
Lasso
participa, posiblemente, por última vez y lleva sobre sus espaldas las derrotas
anteriores. La última tuvo un sabor amargo y de injusticia que no supo aprovechar
debidamente. Su intermitencia política y su origen de clase son un lastre que
no le permite despegar en el ocaso de su carrera política. Intenta proyectarse
como un muchacho de clase media que, sin estudios, pero con una capacidad
empresarial innegable, logró triunfar en los términos de nuestra colonialidad local:
dinero, posición social y privilegios. Católico y conservador, y tiene un
apellido que suena de abolengo criollo, perdido en el nombre de un pueblito a un
lado de la panamericana sur camino a Latacunga, eludido por el paso lateral. Su
gran logro, pero al mismo tiempo, su talón de Aquiles, ser el promotor de un gran
emporio financiero con el Banco Guayaquil en lo más alto. Lo responsabilizan de
haberse aprovechado de la crisis de 1999, de la migración masiva que vino luego,
de tener dinero en paraísos fiscales y de explotar a los trabajadores a su
cargo. Nada de esto ha sido demostrado por la justicia ni por un estudio
periodístico serio, por lo cual casi se ha vuelto mítico.
Justamente,
esa naturaleza de mito es un límite de su candidatura. Posiblemente, mejores candidatos
eran Otto Sonnenholzner, Cristina Reyes, Cinthya Viteri o el mismo Álvaro
Noboa. Tal vez, Otto, a pesar de haber sido parte del gobierno de Lenin, fue el
que menos perdió y fue el que mejor afrontó la pandemia de todo el staff caótico
del gobierno cuántico; pudo haber sido un candidato con un techo de crecimiento
interesante. Reyes tiene claridad y es frontal, además, su juventud trae nuevas
ideas en una especie de proto derecha en Ecuador. Tal vez, esto genera miedo y
desconfianza en la derecha ecuatoriana, más proclive a la disciplina y lejana a
una visión más liberal de la política y la sociedad. Viteri tuvo una
accidentada gestión en la pandemia y mostró torpeza y obediencia del patriarca
del PSC. Noboa, simplemente, es un personaje posible únicamente en Ecuador,
donde criamos payasos de exportación como los Bucaram y los lucios. Esta indecisión
en la elección de inicio y la falta renunciación de Lasso y Noboa, boicotearon
desde el inicio la candidatura de la derecha y del gobierno cuántico.
Por
otro lado, el apoyo del PSC resulta tímido y hasta hipócrita. Nebot hace campaña
para sus candidatos a asambleístas y, tangencialmente, se escucha en su propaganda
“vota por Lasso”. Además, el mismo discípulo de LFC culpa a los electores por no
votar por ellos y por las consecuencias de hacerlo por quienes nos van a llevar
a ser como Venezuela. Esto se parece a aquella vez que su mentor llamó a quienes
votaron por Abdalá Bucaram “prostitutas y ladrones”. Aquello crea una ambigüedad
que debilita a Lasso, sumado al hecho de que la estructura del PSC no deja el
color amarillo en la campaña para apoyar a alguien ajeno. Hubiera preferido que
el candidato sea Nebot, cuyos números no le daban y no quería retirarse de la
política con una nueva derrota a nivel nacional. La verdad es que ni PSC ni
CREO tienen posibilidades en la sierra, excepto en las capas medias de Tungurahua,
donde han hecho a un lado a Luis Fernando Torres, resignando posibilidades, Chimborazo,
Carchi y Pichincha.
El
PSC ha perdido las plazas de Manabí y El Oro, y CREO nunca logró domicilio
político en ninguna parte, pues Lasso estuvo ausente durante todo el gobierno
cuántico, por lo que le apuesta a una millonaria campaña informática y en
medios, pero no es suficiente, pues los votos tienen raíces y no son sólo tinta
en una papeleta. Al contrario, el trabajo que realizan Muñoz, Hernández, Pabón y,
discretamente la gente del alicaído Yunda en Quito es silencioso y puede ser decisivo;
y, el que realiza Cuero y Pierina en Guayaquil desde hace varios años es
posible que rinda sus frutos. Un problema adicional de CREO es que no trabaja
por sus candidatos a asambleístas. El PSC siempre lo ha tenido claro, por ello
el día del cierre de la campaña en Guayaquil, se demostró el poder de convocatoria
de Nebot, poblando todo el centro de camisetas amarillas. Sin embargo, se
olvidaron del candidato Lasso quien se abría paso molesto, cansado y ayudado a
caminar sin muletas y visiblemente agitado.
No
ha funcionado la campaña del “buen emprendedor” y de ser el adalid contra el comunismo
que pregona su propaganda, pero que él mismo no pueda asumir, como sí lo han encarnado
perfectamente Bolsonaro, Añez y Guaidó. Tampoco han tenido éxito “las propuestas
de última hora” ni su afán de guardar distancia del gobierno de Lenin Moreno.
Por supuesto, tampoco ayuda mucho el cantante Velasco -cuya misión era deslindar
a Lasso y conservar el casillero de Ruptura- ni los delirios, omitidos por los
medios tradicionales, de Moreno, como opinar del supuesto “préstamo” de la
Cooperativa de Ahorro y Crédito del Ejército de Liberación Nacional de Colombia.
La
caída de Lasso lo puede dejar en tercer lugar y fuera de una posible segunda vuelta.
Tendría la derecha 4 años para encontrar cuadros políticos viables para competir
por el poder, pero, mientras tanto, activará el acuerdo con el correísmo que se
ha mantenido en la votación en la Asamblea Nacional y el Consejo Nacional
Electoral, y de no agresión y de delimitación de linderos entre Rafael Correa y
Jaime Nebot desde antes de 2013. Si va la segunda vuelta y Lasso queda segundo,
los límites políticos explicados van a minar sus posibilidades. Tal vez, por
eso y por afán de aumentarle unos votos a Yaku y evitar que Arauz gane en
primera vuelta, ya adelantó su apoyo político si no clasifica al mundial político
de nuestros días.
Yaku
Pérez
es un abogado con varias maestrías, ambientalista y defensor de la naturaleza,
y que fue férreo opositor al gobierno de Correa, y ha sido varias veces detenido
por su defensa del agua. Fue, hasta hace poco Prefecto del Azuay y tiene un origen
humilde. Manuela Picq, profesora y quien fuera su pareja sentimental expulsada
por hacer activismo en el gobierno de Correa, se sumó a su campaña inaugurando
una herramienta novedosa en política: el tik tok. Además de tiktoker y músico
aficionado al saxofón, Yaku cambió su nombre de Carlos, al igual que muchos indígenas
en los años noventa, por motivos ideológicos y de autoadscripción y reconocimiento
indígena. Se lo cuestionado por ello, exhibiendo sin rubor el más rancio
racismo y clasismo de los ecuatorianos. Ha intentado guardar distancia de
Correa y de Moreno a quienes critica agriamente, pero no ha ocurrido lo mismo
respecto de Lasso a quien apoyó en la segunda vuelta contra Lenin Moreno y
tampoco no puede limpiar su apoyo a la “reinstitucionalización” del “siete
veces sí” de Moreno.
Se
ha dicho en los últimos días que fue abogado de varias empresas mineras, lo
cual no ha sido comprobado y queda en el imaginario del meme en las redes
sociales. Es una figura fresca dentro del Movimiento Indígena, pues no es la
dirigencia histórica de los Macas y Chancoso ni tampoco del ala radical de
Vargas e Iza, quienes hacen un trabajo político disimulado o, al menos, tolerante
en las comunidades a favor de Arauz. Su candidatura fue tomada por el Movimiento
Pachakutic (PK) sin la aprobación de la CONAIE ni la acostumbrada y tradicional
deliberación horizontal y desde abajo de los indígenas. Esta vez, fueron los dirigentes
que se congregaron alrededor de PK, y lo que queda de la izquierda tradicional:
Unidad Popular (UP) y varias organizaciones de base.
Luego
de algunos resbalones y novatadas, pues al igual que Arauz se perdió en
propuestas posibles, pero tan extrañas a las necesidades de la gente como la teoría
de la relatividad, fue consolidando su discurso que le ha ido dando un espacio
con los jóvenes y la clase media de la sierra y la Amazonía -en el vacío dejado
por el Partido Sociedad Patriótica (PSP)-. No obstante, la ruptura y malestar
de parte de los indígenas aglutinados junto a Vargas e Iza, acusados de
mariateguistas y senderistas, limita sus posibilidades. Faltó consenso para elegir
un candidato con mayores posibilidades. Por supuesto, el ala radical ha sido
estigmatizado por la propaganda del gobierno para justificar la represión de octubre
de 2019 y su error político fue sentarse en diálogo con este gobierno para
hacer lo que los compañeros están acostumbrados históricamente: perder y ceder
en diálogos desiguales con el poder y contentarse con algunos trofeos. Abimael
los habría cacheteado de tener la oportunidad.
Sin
embargo, ha extendido su techo más allá de lo imaginado y se puede decir que,
aún perdiendo, es un gran éxito, pues si logra un 10% de la votación o más,
pasando a segunda vuelta mientas sepulta el cadáver político de Lasso, sería el
primer indígena con proyección política nacional. No obstante, para tener futuro
político debe trabajar en la construcción de un partido de masas que transforme
la oruga del PK en una enorme mariposa que cubra con sus alas a todas las facciones
del movimiento indígena. Todo lo que obtenga por encima del 10% sería ya
icónico. Si pasa a segunda vuelta, tiene mayores posibilidades de ganarle a Arauz
o de perder por poco. Sería un error craso aliarse con CREO y más bien puede
acordar por debajo “dejar libertad a la militancia” que es la clásica forma de
apoyo indirecto de nuestros políticos. Tiene su discurso el potencial de
diferenciarse y ser alternativo al del correísmo, pero debe hacer alianzas importantes
en la costa para mejorar su techo de votación.
Si
no hay segunda vuelta o no pasa a aquella, Yaku debe guardar distancia consolidar
su bloque de asambleítas y dar el mensaje de una nueva estructura política
progresista-alternativa.
2. Vamos
ahora con los candidatos que están en la posibilidad del repechaje
Isidro
Romero Carbo
es un empresario que reside la mayor parte de su tiempo en España. Recuerda en
algo al empresario Sagñay De la Bastida que viene cada cuatro años a hacer
turismo presidencial por las tierras de Atahualpa. Va por su tercer tour y
luego regresará a sus funciones empresariales de rutina. La diferencia es que
fue dirigente del Barcelona vicecampeón de América. Pareciera un renegado del
PSC que es como los que siempre se acusan de traidores dentro de las
instituciones: “tiene agenda propia”. Su turismo, además, tiene ribetes de
gamonal e intenta proyectar una imagen del ecuatoriano promedio: bebedor
social, guapo ante los panas y firme en sus tradiciones. El primer debate lo
puso en escena, pero no llegará a más de 5% en el mejor de los casos. Si logra alcanzar
este techo, puede negociar su apoyo en segunda vuelta y conseguir, al menos, un
Ministerio aunque sea el de felicidad. Parece más fácil que apoye al correísmo que
a Lasso, respecto de quien tiene un claro desprecio de clase y le llama “muchachito
malcriado”. Algunos llaman a Isidro Chimbador, pero su electorado no es ideológico,
sino de aquellos que no creen el voto útil, es decir de quien apoyan por
convicción más que porque tenga reales posibilidades de llegar a Qatar.
Xavier
Hervas
podría ser considerado un outsider, de no ser porque no tiene carrera política
alguna desde su ocupación de productor de brócoli y el partido Izquierda
Democrática (ID) funciona como la tienda de barrio del viejo dirigente Marco
Morales, su esposa, Wilma Andrade y familia. Andrade con su única curul en la Asamblea
ha sabido negociar con el gobierno de Lenin Moreno, apoyando la Ley Humanitaria
que ha despojado de derechos a miles de trabajadores. Lejos queda el socialismo
democrático del ideólogo Rodrigo Borja que hoy se lo recuerda como decente ante
la parvada de sátrapas que hacen política en nuestros días. Sin embargo, puede
llegar al 5%. Dicen, incluso que podría estar en un honroso cuarto lugar. Lamentablemente,
si lo logra, no pasará a segunda vuelta y le tocará negociar para ampliar el
área de influencia de la nueva ID, que quiso secuestrar Ruptura, en la
administración pública. Nadie sabe para quién trabaja.
César
Montufar
es un político que podríamos decir ocupa el lugar del ya extinto Jacinto
Velásquez, que era aquel que nuestros padres decían: “es el mejor candidato,
pero no tiene chance.” Es un académico de prestigio y ha presentado varias denuncias
contra autoridades el correísmo y otras figuras. Hace poco dijo que el Banco de
Guayaquil estuvo en la negociación fantasma de los 800 millones del ISSPOL que
nos tocará pagar a las siguientes 4 generaciones de ecuatorianos y sus
mascotas. A pesar de este perfil de hombre decente y de haber tenido una
participación aceptable como candidato a alcalde Quito, simplemente no pega y no
sale del electorado quiteño. Puede ser que no tenga esos dotes mágicos de los
políticos de masas o la necesidad de anclarse en un partido o movimiento, pero
no llega al electorado, quien lo ve, bailando entre varios candidatos de diferentes
partidos y tendencias. El punto es que no logra convencer y, posiblemente, el 3%
de su techo no le permita seguir en la pelea por la torta del poder apoyando o
no a alguno de los finalistas. Necesita definirse políticamente en el futuro si
quiere dedicarse a esto o volver a las aulas universitarias donde le puede ir
mejor.
3.
Luego, tenemos los que se juegan la permanencia en la categoría
Lucio
Gutiérrez es ampliamente conocido, pero ha perdido total vigencia su figura
como político con posibilidades. Nadie olvida su gobierno fracasado y su huida ridícula
en un helicóptero, supuestamente drogado y contra su voluntad. Resulta imposible,
además, abandonar ese tono de militar al hablar y su traje verde oliva que ya
está en desuso en el actual contexto. Como todos los de este grupo, buscan mantener
el casillero de la lista “por si acaso”. Pues siempre es bueno tener un partido
para lanzar candidatos o para “alquilarlo” al mejor postor en el futuro. Si hay
algo que destacar es su agenda de seguridad y esa necesidad de seguir con el
mismo discurso de “en mi gobierno estábamos mejor”, y los tik toks que son un
objeto de estudio de los politólogos y publicista de lo que no debe hacerse. El
PSP ha perdido su electorado de la Amazonía y este lugar lo ocupa PK y el
correísmo en menor medida. Ahora, lo que queda del “político héroe” que Weber
no vio venir, de esos políticos payasos que nunca se quedaron en el perchero, se
mantiene en el slogan: “vota por la tres…la de la pistolita”.
Juan
Fernando Velasco
es un músico que poco sabe de política y que no ha sabido cumplir con la misión
que le encomendó su mentora, María Paula Romo. Su utilidad era, además de mantener
el casillero de hipódromo de la política, alejar al gobierno de su candidato,
Guillermo Lasso. Sin embargo, salió a decir que Lasso influyó más que él en el
gobierno cuántico. En todo caso, luego del ridículo en el cierre del debate
oficial del CNE cuando recitó estrofas de una de sus canciones, esto ha
generado una tendencia discursiva, al punto que la campeona mundial de
recitación, hoy presidenta del Consejo de la Judicatura, hizo lo mismo, declamando
como en sabatina de escuela y con todo CNN una canción de Diego Torres. En todo
caso, pronto se puede dar cuenta que esto de hacer política “es más complicado
que dar regalos y besos”. ¿Futuro? Ojalá, en la música, sí…
4.
Los del descenso
Guillermo
Celi pertenece a una familia que era emergente entre los apellidos que hacen
política en la provincia: Zambrano, Estrada, Vásquez, Bustamante, Poggy y Guillén.
Su misión era quitarle votos a Correa en el bastión de Revolución Ciudadana. Sin
embargo, la debacle política de SUMA y su endeble alianza con CREO, sumado al
hecho de que Celi es más conocido en Sucumbíos que en Manabí, boicotea
cualquier posibilidad política. No supo explotar su potencial como el “candidato
manabita”, pues es parte de esa pequeña élite local que no se mezcla con el
pueblo raso.
Luego,
vienen los demás cuyos nombres ni recuerdo y no es digno destacar a ninguno y
están en el rango de Alberto Acosta, es decir, menos del 1%.
III
¿Qué
nos jugamos?
En todas
las elecciones, tal vez, con más fuerza desde la irrupción de Abdalá Bucaram en
la política nacional, los políticos ecuatorianos presentan un escenario apocalíptico
en la máxima del PRE: “o salimos o nos terminamos de joder”. Considero que a
parte de este contexto de polarización que no deja ver racionalidad política
alguna, estas elecciones son importantes pues nos jugamos muchos más de lo que
se cree. No es ser el comunismo ni el Estado de los corruptos o los imbéciles
como nos vende la propaganda. Por ello, invito a votar no por personas, sino
por ideas y que, gane quien gane, podamos posicionar una nueva ética política y
nuevas estructuras para sacar al país del fango en el que nos han dejado los
políticos desde 1830. Creo que nos jugamos lo siguiente:
(1)
La
posibilidad de tener alternativas políticas, entre ellas, las corrientes progresistas
que sean distintas de las tradicionales, esto, más allá del correísmo o de los
votantes del emergente Yaku;
(2)
El
modelo de desarrollo. O es regulado por la intervención, mayor o menor, del
Estado; o, por las empresas y el libre mercado. En medio está el precapitalismo
que defienden los sectores conservadores, quienes apoyan el libre mercado
cuando les conviene y lo niegan cuando no; o, el burocratismo de algunos grupos
progresistas; y,
(3)
La
posibilidad de un recambio generacional. En medio de todo esto, surgen nuevos
cuadros que pueden ser una transición hacia la racionalidad o al empobrecimiento
del debate político y la gestión de lo público;
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